Gabriel Cabrejas
miércoles, 30 de octubre de 2013
Cine de un renegado 2013
martes, 29 de octubre de 2013
Mascotas-Menoscotas.(HUMOR)
Que yo sepa la Empatía sólo es posible entre individuos de la misma especie y, excepto que los fundamentalistas del sorete en la vereda padezcan anamnesis (recuerdo de pasajes de vidas anteriores) en las cuales fueron cánidos, es insostenible tal afirmacion.
Ahora bien, de acuerdo con las Leyes del Karma, si el sujeto en cuestión evoluciona de un estado primitivo a una forma más o menos civilizada, entonces no se explica cómo reivindica el lado salvaje. No me cierra la cosa, no me dan los números. Sorri, como diría la presi, nadaaaaa... ¿Serán tal vez los licántropos almas atrapadas en dos mundos?
Para los animales, los humanos somos comida o portadores de ella. Las mascotas necesitan un Alfa a quien obedecer, no un camarada de copas en noches pecaminosas. No existe una relación recíproca entre estas dos especies; por un lado hay sumisión, por el otro, servidumbre, funcionalidad. O lo que es aún peor, encontrar en el animal un sustituto para las carencias afectivas.
Recuerdo una Copa Libertadores allá a pricipios de los 90, en Chile: invasión de cancha al final del partido para festejar por parte de hinchas y policías. Un perro ataca al arquero de Boca, Navarro Montoya, y éste reacciona con una patada. ¿Qué hubiera hecho yo ante la embestida de una fiera entrenada para matar? Si puedo lo primereo, yo no tengo esa vocación de cristiano en el Coliseo aguardando que me morfen los leones. Repito: si puedo me lo cargo. "me lleva él o me lo llevo yo, paqué se acabé la vaina" (Carlos Vives, La Gota Fría) Cualquier existencia responde ante el primer mandato de la vida: la supervivencia.
En cambio en qué concluyó: multaron al que se defendió con no se cuanta guita.
O como cuando matan a un oso porque un boludo se acercó demasiado y el bicho se lo manducó. Jodete por gil.
Son los excesos de una sociedad enferma, que para lavar culpas por el exterminio de tantas especies, ahora defiende exacerbadamente a los animales y, en muchos casos los trata mejor que a seres humanos que mendigan en sus puertas. Toda una distorsión.
Y que no me tachen de insensible, homocéntrico y demás blablás. Cada cosa en su lugar. Como dijo mi difunta tía: un poco halaga, mucho empalaga.
Por eso les digo a los defensores de los coprolitos en puerta ajena: No me chamuyen más.
vmc
sábado, 26 de octubre de 2013
No soy yo, son mis circunstancias
de tanto dificultarme, desidentifico
de tan altar, reciclo idolatrias
¿por qué sufrir tanta imperfección, tantos etcéteras?
tanto depender de circunstancias, esclavizaron el yo
un yogui zurciendo agujeros de ozono
un profeta desocupado limosmea en las calles de NY
una caja de zapatos repleta de aureolas boreal
un inodoro orbita el planeta
¿exactamente dónde quedo?
vmc
de tan altar, reciclo idolatrias
¿por qué sufrir tanta imperfección, tantos etcéteras?
tanto depender de circunstancias, esclavizaron el yo
un yogui zurciendo agujeros de ozono
un profeta desocupado limosmea en las calles de NY
una caja de zapatos repleta de aureolas boreal
un inodoro orbita el planeta
¿exactamente dónde quedo?
vmc
viernes, 25 de octubre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
Frasesuchas
La naturaleza necesita imperfección, caducidad, absorber cadáveres para recrear nuevas formas que descomponer.
La profundidad se nutre con escoria y restos de navío, el último vestigio de muertos insaciables.
La naturaleza exige que mis palabras se disgreguen.
Aquellos que nacieron antes de las formas vestirán el cielo.
Sufro los vampiros del éter urgando mis arterias
hasta desovar circuitos que acusen rebelión.
Sólo resta darle arte a mi muerte.
Marcel Clementí
La profundidad se nutre con escoria y restos de navío, el último vestigio de muertos insaciables.
La naturaleza exige que mis palabras se disgreguen.
Aquellos que nacieron antes de las formas vestirán el cielo.
Sufro los vampiros del éter urgando mis arterias
hasta desovar circuitos que acusen rebelión.
Sólo resta darle arte a mi muerte.
Marcel Clementí
martes, 15 de octubre de 2013
Teatro de un renegado 2013
El Soplón de Dios, de y por Freddy Virgolini
Maestro de ceremonias
En 1998 una dupla difícil de empardar, Daniel Lambertini director y Freddy Virgolini protagónico, urdieron una puesta superlativa, Vincent y los cuervos¸ sobre libreto de Pacho O´Donnell, ninguneada por la premiación del Estrella y llamada a ser, a juicio de este escriba, un hito en la historia de nuestra escena. Los caminos de ambos teatristas se separaron aunque no demasiado:siguieron sendos itinerarios en España, de donde volvieron más sabios, perfeccio-nando el lenguaje para el cual estaban dispuestos, el unipersonal. Después, cada uno logró su propia sede cultural y su escuela propia, y hoy son referentes indiscutibles del teatro local. A Virgolini, sin embargo, le faltaba la frutilla del postre,lucir sus galas, vale decir, escribir y actuar el despliegue necesario de conocimientos y experiencias adquiridos, montar en sí el largo período de aprendizaje y maduración razonada, de capacidad en grado de autoconquista.
El soplón de Dios deslumbra hacia los cuatro costados. De arranque una tapa en el piso del tablado se abre y entre el humo rojo brota el enmascarado, que exuda lentamente la puerta del Infierno. Estremece, y más sus palabras, que sintetizan la evidencia de sentido: “Señores de la Conciencia, yo empecé con el asunto ése del pecado original, luego una cosa llevó a la otra y ahora el asunto se me está escabullendo de las manos”…Lucifer deberá subrayar esa fluctuación, de un lado buscar un vicariato para su sucesión humana, y por el otro, percatarse de que la abundancia espontánea de discípulos han amplificado hasta el horror su herencia. Sí, la muerte equaliza a todos y Lucifer los enumera cínico y casi orgulloso, se burla de sus pleitos a fin de ganarse la eternidad y terminar morando a su lado, pero también constata la demografía del Averno, donde todos conviven sin mérito. Y en la vida, apenas arriba, todo tiende a igualarse también, bajo la seducción generalizada del Mal.
Si la pieza adolece una carencia, es un texto que debió someterse a una relectura crítica de otro, dada alguna confusión en su desarrollo. Claro, se trata de un detalle y no de una grieta garrafal, ya que se integra, se permea a la función unificante de una actuación tan completa (y consagratoria) que convierte a El soplón en uno de los mejores unipersonales de la diacronía marplatense. Ojo, no cae en las dos tentaciones del género: ser una terapia confesional-biográfica, que no interesa a nadie, ni arrojarnos un estallido de personajes dispersos sólo atinentes al aplauso por tanto exhibicionismo histriónico, esa desesperación en mostrar lo bien que actúo. Virgolini, ante todo, se define puestista de sí mismo, ofrece un manual de unipersonales, que instala a nuestra elección la gama de eventos visuales, sonoros y físicos que pedir se pueda bajo el rectángulo de luz.
Aclaremos. Primero, la manipulación de un dispositivo-adminículo multiuso, en su caso una simple sopapa con elástico, que refuerza y simboliza el discurso: puede ser un pene erecto, una copa, un puñal, la antorcha de la libertad, un puro, una ballesta. Segundo, el juego de máscaras: la neutra e inexpresiva junto a la enteriza de cuernos, dicho de otro modo, la humana y la de Belcebú, como se la tipifica en las fábulas medievales. Tercero, la corporización de los fantas-mas humano-satánicos a través de la indumentaria en móvil estado de transfiguración: imper-meable blanco-impermeable negro, bastón, ropa compleja y atemporal —babuchas, calza, taco-nes de mujer, una gasa roja también múltiple y metafórica. Cuarto, un títere, duplicación y acaso superación del marionetista-diablo.
Como dije, presencia y decir, pero no se conforma. Freddy V orquesta la movilidad del signo, dosifica la musicalización (del tranquilo Mozart al esperado y casi natural Sus majestades sa-tánicas), la mudanza mágica de indumentaria y rostro, la fuga a lo imprevisible en el vestirse y desvestirse, la negativa a las risas macabras del perverso —el Demonio puede ser cualquiera y tal vez lo sea, la parodia (“Me pueden creer rey del espacio infinito pero en realidad estoy den-tro de la cáscara de nuez”). Este soplón no se denomina así casualmente.Es más que nada el ortiva que delata y denuncia a la humanidad ante Dios, en lugar del mediador piadoso, el santo. Hasta, podría postularse, representa a la humanidad ante el Creador, firma al pie el contrato fáustico y corre a contarle a su Superior qué facil fue sacarle al Hombre la rúbrica. Se diría que, en tal destino, Lucifer nos despierta cierta piedad ambigua. Virgolini termina con el torso desnudo, brazos en cruz, invocando a la culpa universal, vocero inoficioso de la contaminación, la doble moral, el vicio interminable, el odio al otro. “Mira, pero no toques; toca, pero no pruebes; prueba, pero no tragues”. Lucifer sigue siendo el actor de reparto en obra ajena, aquel a quien vamos a contemplar y a un tiempo admiramos y rechazamos, como lo mejor y peor de nosotros.
Párrafo aparte, el descubrimiento de 4 elementos constituye el contexto inmejorable,el que Mar del Plata esperaba y no lo sabía. Un lugar alternativo, sí, y distinguido, diseñado, amplísimo y atrayente, que rompe la tradición del recoveco estrecho de los independientes, voluntarioso pero poco acogedor. Los 4 invita a un target desconsiderado por las salas pequeñas, un público gustoso del buen drama y distanciado de él porque no provee del confort y la plenitud estética que el off suele reducir a la propuesta específicamente teatral. Un hábitat en cuyos metros cuadrados quepa la coexistencia de lo comercial y lo artístico sin contradecirse ni traicionarse.
Freddy V, en definitiva, redondeó una obra tan alucinante como el ambiente que co-dirige. Medio centenar largo de espectadores, en una fría y neblinosa noche dominical, testimonia el impacto que sitio y protagonista convocan Marplatenses, endemoniadamente gratificados. Y agradecidos.
Gabriel Cabrejas
Lacocuzza.blogspot.com
viernes, 11 de octubre de 2013
Creador de Insuficiencias
Luego de insatisfacer mi ego
con imágenes que nunca sucederán
vuelvo a la rutina cenicienta
a esperar que visiten fantasmas
Convivir mundos ambiguos
nivela esta conciencia territorial,
un puñado de magia
para no ahogar de tanta realidad
y curvarme en esferas que esfuman
hacia la oscuridad que todo lo sabe
y se hizo la luz luego del silencio.
Vicius Clem
con imágenes que nunca sucederán
vuelvo a la rutina cenicienta
a esperar que visiten fantasmas
Convivir mundos ambiguos
nivela esta conciencia territorial,
un puñado de magia
para no ahogar de tanta realidad
y curvarme en esferas que esfuman
hacia la oscuridad que todo lo sabe
y se hizo la luz luego del silencio.
Vicius Clem
martes, 8 de octubre de 2013
Cine de un renegado, 2013
La tragedia de Z. Las pelis de zombies están en plena exploitation: podría postularse que es el subgénero del terror slasher del capitalismo tardío. El placer de matar sin culpa al semejante que ha dejado de serlo o se convirtió en un monstruo irreconocible, y en el cual no puede advertirse ya al padre o a la madre, resucitado en una bestia caníbal presta a devorarse a los hijos, encaja perfecto en la amoralidad posmoderna, amén de reforzar la paranoia relativa ambiente —no otra cosa que el pánico a las masas descontroladas. Nunca, sin embargo, había logrado juntar tanto presupuesto, y mucho menos encabezado por una superstar como Brad Pitt. Cuestión que un virus ataca, tópico en esta clase de films, y una mordedura de zombie transforma al individuo masticado en ídem en apenas doce segundos, y a correr. World war Z del bávaro Marc Forster arranca igual a muchas, con una megalópolis rutinaria de pronto caotizada, (New York, siempre), fenómeno que se repite en otras ciudades hasta devastar, tout court, a la humanidad. De variante, el héroe no es un ex agente de la CIA o el FBI sino de la ONU, Pitt-Gerry Lane, en viaje de placer junto a su familia y atascado en una avenida donde la plaga humanoide se viene a paso redoblado y únicamente el certero balazo en el cráneo puede parar. Guerra Mundial Z consta del nervio exigible: acción masiva permanente, suspenso, chorros de hemoglobina y despliegue de efectos especiales, pero, a pesar del gasto, no rompe el molde. O sea, no deja de ser un zombie film convencional a escala mayestática, y sin la metáfora socio-política filosa de un George Romero (Night of the living deads,1968; Zombie, también llamada Dawn of the dead o El amanecer de los muertos 1978; Day of the dead, 1985 y Land of the dead, 2005), ni el grotesco-sátira (Shawn of the dead: Edgar Wright. 2004, Zombieland. Ruben Fleischer, 2009). Que ahora se agigante a tamaño baño e ingrese en el mainstream de Hollywood no hace sino revelar la fatiga del material, destino fatal de cualquier subtipo del terror. Pitt, ya maduro para galán pero no lo suficiente para héroe, hospeda a su esposa e hijas en un buque de refugiados y sale comisionado en busca de playas despejadas, o bien, un improbable antídoto. Le cuentan sobre Jerusalem tras las murallas de contención, en apariencia segura, pero los zombies se apilan en pirámide y se arrojan a miríadas, contagiándola a dentelladas. Luego se trepa a un avión bielorruso, también libre de invasores, y de nuevo —como si los guionistas hubieran visto Los amantes…—un infectado de la segunda clase envenena veloz-mente al pasaje y Lane lo libera mediante una granada que abre un boquete y lanza al vacío a todos. El logro proverbial del modelo zombie consiste en trocar las crueldades más horripilantes en anticrí-menes, tanto como los bípedos se animalizan, y plantear el simple y llano genocidio en solución ineludible a fin de salvar algo. No extraña del país que botó la bomba atómica encima de japoneses civiles e inermes y sostuvo entonces que habría sido peor continuar la world war. Hoy se habla de daño colateral y, a diferencia de estos celuloides, jamás vemos en imágenes cómo y sobre quiénes se desata. El montaje digital no necesita reclutar extras. Los z se multiplican ante nuestros ojos, anónimos y tumultuosos, des-concientes y famélicos, y nos castran toda piedad. “Perdí a mi hijo en Roma a manos de lo que recién era mi mujer”, sintetiza, duro y preciso, un médico durante la fase última, y un ex CIA, David Morse, cuenta cómo los coreanos del norte (comunistas, claro) hallaron la salida: arrancarle la dentadura, previsores, a su población entera. En la secuencia de títulos se pasan documentales de fieras predadoras manducándose a sus víctimas indefensas. Algún inverosímil se cuela, considerando que hasta en fantasías tan irreales se nos debe coherencia.Lane,Héroe-Americano-Redentor-General,propone inocular a los todavía sanos con otras patologías, pues observó en Israel que los z no mordían a los enfermos. De qué manera los an-tropófagos intuyen eso previo hincar los dientes, y cómo harán los infectados ex profeso por las enfermedades para curarse de ellas, se nos oculta, y antes de que lo pensemos, el film termina. ¿Habrá secuela? Lane espera que no descansemos tranquilos. “La guerra acaba de empezar”, sentencia. ¿Seguirán los árabes? Gabriel Cabrejas
Quizás
Quizás
estemos unidos por hilos incomprensibles
por
halos que llamamos deseo
erotismo
mágico que pronto desvanece
hasta
naufragar por tus ángulos bisiestos
y
vi la muerte detrás de tus ojos
una
cortina sin alma
la
misma nada aterradora
no
me culpes por sentirte atractiva.
Vicius Clem
viernes, 4 de octubre de 2013
Cine de un renegado, 2013
Gabriel Cabrejas
1 La crítica española e internacional pulverizó a Los amantes, y las expectativas de taquilla lo defraudaron, a pesar de que en la web de su productora El Deseo Almodóvar se mostró confiado en continuar su idilio americano. Sin embargo, hubo matices, aunque esta vez lejos de la unanimidad laudatoria: “Su incapacidad para abrir nuevos caminos puede hacer que la audiencia sienta que ya ha visto algo de esto antes, y mejor hecho” (Jonathan Holland, Variety); “es un obsceno y agitado regreso a las piezas excéntricas del director de finales de los 80/principios de los 90” (Jordan Mintzer, The Hollywood Reporter); “parece como una película que Almodóvar tenía que sacarse de dentro —una especie de piedra en el riñón cinematográfica— y tu instinto te dará punzada de simpatía” (Robbie Collin, Telegraph); “Comedia ligera, alocada, sumamente estilizada que se ofrece como diagnóstico moral de un país sumido en una crisis profunda (y) se espeja en el vértigo surrealista de las 'sophisticated comedies' de los años 30” (Carlos Reviriego, El Mundo); “haciendo equilibrio imposible entre el kitsch trasnochado y la genialidad. Cámara-Areces-Arévalo, auténticos Chicos Almodóvar, tres personajes para la historia del cine español” (Carlos Marañón: Cinemanía); “la sensación permanente que me asalta padeciendo la ridícula (película) es algo ingrato llamado vergüenza ajena” (Carlos Boyero: El País); “intenta retomar el camino de Mujeres al borde de un ataque de nervios, pero el director ha cambiado mucho como cineasta y lo que antes fluía de un modo absolutamente natural, ahora se atasca en las arterias del artificio” (Sergi Sánchez, La Razón).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)