sábado, 26 de enero de 2008

La Grafología Inversa de Heinz-Harald Faber

Su teoría de la grafología inversa fue muy poco recordada. En cambio su trabajo sobre la vida sexual de los cangrejos está totalmente olvidada. Sabedor del desplazamiento de dichos animales y el dicho popular, Faber trató de encontrar signos de homosexualidad en dichos artrópodos.

Razonó Faber (del tiempo de Freud[1] y Fliess[2], otros dos inventores de Pseudociencias) si un individuo hosco, tenso, nervioso, huraño[3] produce una caligrafía dura, angulosa, recta ¿por qué no forzar su caligrafía cambiando así su personalidad? El paciente parco, poco afectuoso, frío, era obligado a una letra redondeada, suave, lenta, típica de la gente afectuosa, maternal, sociable, protectora.

Le escribió Fliess a Faber. Fliess es autor de la teoría delirante e hilarante del Biorritmo. La respuesta de Heinz-Harald fue: debes mejorar tu caligrafía, así tus pensamientos se aclararán, tu carácter fuerte se suavizará, serás más dulce con tu gente y además podré entenderte mejor ya que la mitad de las palabras no pude descifrarlas.

Fue contratado por hospitales de toda Alemania. Mejoró las letras de los médicos, contribuyendo a cambiar para bien el trato de facultativos con los enfermos. Como efecto secundario positivo mejoraron los tratamientos, la nueva letra de los médicos clara y afectuosa posibilitó a los boticarios dar la medicina correcta que pedían los doctores en las recetas, reduciendo los errores.

Hay cantidad de testimonios de gente que dijo ser muy mejorada por los métodos de la grafología inversa de Faber. Los detractores del teutón decían que a veces la gente se convence de cualquier cosa.

En 1934 un oficial de la SS fue convencido por su esposa de ir con Faber y usar su inversengrafologenmethoden. El oficial luego de meses de tratamiento dejó la fuerza, entró a la cruz roja y se convirtió en misionero, la guerra lo encontró en África ayudando a los pobres.

Detractores de Faber hablaban de la mejoría substancial que debía haber experimentado la humanidad luego de la invención de la máquina de escribir.

Lo poco que se ha escrito de Heinz-Harald Faber tiene una letra que a él no le hubiera gustado.



[1] El Psicoanálisis.

[2] El Biorritmo.

[3] ¿Radiactivo?



Sergi Puyol i Rigoll

Vivoratá 2006

lunes, 7 de enero de 2008

Sociología berreta, 3

Ser pobre es carísimo

Los Nuevos Pobres, que la ecología social todavía insiste en ubicar dentro de la Clase Media, probablemente nunca lleguen –lleguemos—a hacer carrera en el escalafón humano, y no es por falta de voluntad o la esperanza de mejores retribuciones: los condicionamientos nos retrotraen por su fuerza de gravedad, chupados por un embudo del que salir implica violar las leyes de la física territorial. Los Pobres de Siempre, cerquita, comparten el destino de los recien llegados, aunque se han adaptado antes, o desde siempre. Empecemos:

Gaseoso: Cuando llega el invierno la extensión del tendido de gas llega hasta el borde de nosotros. La leña y la garrafa tiene a los chicos sin calefacción en las habitaciones, a los padres pugnando dentro de la salamandra, al humo y el hollín de inquilinos. Amén del esfuerzo anatómico de acarrear y enchufar la bombona y cuidarse de las pérdidas, se economiza lo que no debe, limitando el uso del fluido a la cocina, y además hay que mantener encendido el amor ígneo, vivir recogiendo ramitas y tablas, juntar cartones pero no para venderlos sino para azuzar la llama, y lavar dos veces la ropa siempre olorosa a panceta ahumada. La matemática narra que cuesta el triple la calefacción en las taperas de material de la periferia, donde la telaraña de cañerías se pierden. De más está decir que cuesta otra pequeña fortuna extender el tendido, que no tiene en cuenta esos barrios –que por otro lado figuran en los planes de catastro municipal como descampados.

Sólido: También se alterna la recolección de residuos, pasto habitual de las jaurías sin dueño. Cuando milagrosamente se arrastra hasta allí la línea de transporte urbano, suele desdibujar sus recorridos por mor de las calles hechas mierda. El rancho con DirecTV es la única forma de ¿gozar? de televisión vía codificada, carísima. Colgarse de la luz no consuela de los teléfonos públicos destruidos o sin tono; cloacas, ni de miras, se filtra el liviaxado de los pozos negros, que se llenan irremediablemente y La Lujanera inunda a cada rato de miasmas el aire, un gasto extra superior a pagar Obras Sanitarias bimestre a bimestre. A veces la Empresa Prestadora de Electricidad corta la energía a propósito porque un vendaval puede voltear los árboles (muchos espacios verdes, eso sí, porque tampoco se ve pavimentación ni cordón cuneta) y los árboles volteados cortar así los cables de alumbrado. Con la noche se viene la oscuridad, no se instala una luminaria en las bocas de lobo y aguardar un excepcional bondi después de las veintiuna una experiencia de pasible atraco o camping. Hasta hace poco, Internet era cosa de marcianos. Se diseminan las salitas de atención primaria de la salud, sometidas al horario municipal: no se te enferme el crío luego de las dos de la tarde. A tomar un taxi, si se atreve a llegar, a tarifas exorbitantes, o un remis trucho, más barato, pero definitivamente rezagado hasta la desesperación. El polvo de las callejas sin asfaltar es un águila que le morfa los hígados a Prometeo, vuelve a depositarse exactamente donde lo acabás de sacar. Honorarios adicionales en limpieza, cansancio, o cerrar los postigos siempre y morirse de calor y pulcritud.

Líquido: Los vecinos hacen piquetes cuando llueve: no hay veredas, y los colectivos, arrugan el oleaje de los lagos naturales del aguacero hacia las puertas mal aisladas de los frentistas. Agua de pozo, que debe hervirse –en caso de que te hayas provisto de garrafa—o endulzarse con dos gotitas de lavandina, imbebible, sobretodo en verano. Diarreas infantiles son cotidianas. Si te compraste la pelopincho porque queda lejos la playa, como normalmente sucede, sobrevuela el dengue, ya que no será nunca fácil andar cambiando la sustancia. A oblar en botellones de mineral o hacer cola ante un camión cisterna que a veces se acuerda de remitir el Estado. Motor para succionar la napa dos o tres veces al día, dependiendo de si tenés lavarropas, no pagás Obras Sanitarias y a cambio se desborda el presupuesto en electricidad. Si un gobierno decide estirar un caño hasta tu casita, a enrejar el medidor antes de que te lo choreen –nuevo desembolso inesperado.
Mar del Plata sufre un pequeño inconveniente de diseño, que impide expandirse hacia un punto cardinal: el mar. El mapa, pues, se dilata por los otros wines, infinito, con nuevos pobres, nuevos barrios, nuevos countries. Se hace indispensable agenciarse un auto, pero como somos pobres, será usado, y viejo, y costear su mantenimiento, más caro que un Okm, de esos que puede adquirir la gente del centro o las afueras prestigiosas.
Podría seguir sumando. Quien sepa de algo más, que escriba a este blog. No sé por qué los pobres no figuramos en la revista Fortune.

Gabriel Cabrejas

viernes, 4 de enero de 2008

El pelaje como distintivo social (Humor)

esos raros peinados nuevos...

Desde que el mundo es ilusorio, el aspecto siempre ha colaborado para expresar su adhesión o rechazo al medio circundante. Si en algo las distintas épocas coinciden es, justamente,en la manera de manifestarse a través de lo visual. Sin duda la cabellera, el pelaje, define la contracultura con una presición más que auténtica.
Desde peludos a lampiños, la melena y el bigote, exclusivos señuelos para identificarse y pertenecer.
Aquí van algunas muestras:
Moda Cristo: túnica y crenchas largas y desaliñadas, con secuaces de igual o peor calaña. Verdaderos revoltosos para el orden establecido por la Roma imperial y los Rabinos.
Hordas Vikingas y Mongoles: guerreros mugrientos y malolientes que vencian porque el tufo anticipaba sus invasiones, dando tiempo a los pobladores parar escapar.
Onda Pirata: pelo recogido y cubierto por una pañoleta o vincha, por lo general roja, con atuendos sueltos y vistosos.
Corte Cleopatra: en vigencia gracias a las hermosas rollingas que pululan.
Look Joven Manos de Tijera: un Jonny Deep increíble, inédito e inmediatamente adoptado por la psicodelia depresiva de Los Cure.
Onda Mohicana: dundadores del estilo Punk.
Las Pelucas francesas: utilizadas por jueces de la corte y demás aristócratas, hasta el propio Motzart.
La semicalvicie intelectual: acompañada por una barba casi siempre simétrica y gafas al tono.
La onda Koyak: calva pulcra y misteriosa. Calvos de todo tipo, desne Hare Crishnas hasta neonazis furiosos.
La onda Rasputín, barba sucia; la onda rabínica ensortijada...Además los Mostachos estilo mafia; bigote tipo candado o bigotito a lo Mercuri, para los que adoran al chacinado. E innumerables apelativos: Bocha, Melena, Pelao.
Y si me preguntás porqué me corto las crenchas así: por el asco que me dá tu sociedad...

Víctor Clementi

martes, 1 de enero de 2008

Sociología berreta, 2

El viaje a ninguna parte

La experiencia de viajar en colectivo es tan pedestre –digo bien, de los que andamos a pata—que desborda filosofía, tan comunarda que da pudor hablar de ella, tan humillante que sentimos difícil merecerla. Las siguientes obviedades tienen, entonces, el magro poder de consolar.
La selva: El bondi empaqueta una alegoría de nuestro funcionamiento como sociedad. Elegimos tomarlo, porque no queda otra, y por lo tanto toleramos al conductor, pese a que no nos llevará, casi nunca, adonde queremos, sino al lugar aproximado, luego de lo cual deberemos caminar, que era nuestra primera opción –quedarnos de a pie. A veces viene un transbordo, o sea, no sólo no nos lleva al lugar exacto, sino ni de cerca, y gastamos doble pasaje. Dentro del vehículo entre elegido y soportado, coexistimos pero no convivimos, cohabitación sin sexo excepto el sensorial seco –esas tetas que se agitan, ese bulto que se apoya-, hay privilegiados aparentes –el discapacitado, el anciano, la mujer y su beba dentro o fuera de ella—que en realidad son sentenciados bebiendo su última voluntad; privilegiados dolientes –el tipo sentado del lado ventanilla, que piensa todo el tiempo cómo hará para salir con el bondi lleno; ganadores por mero azar o punto de partida –se sentaron antes, partieron primero pero a costa de levantarse más temprano, no ceden el asiento aunque vengan degollando, viven próximos a la largada que sin embargo suele estar en las afueras y lejos del trabajo- y perdedores mayoritarios, que viajan parados, los más dichosos algunas veces y los menos, directamente siempre. El Conductor no es un triunfador: se sabe odiado y manejar es su módica venganza, como único que tiene la butaca garantida, los pasajeros lo son por resignación y descarte y no por entusiasmo ni adhesión a su causa. El que está mejor, sin serlo, es el tipo de allá al fondo. Sí, ése: mira todo el panorama, no entrega su silla porque los que llegan allí van a bajar pronto, y se ubicó junto a la puerta. Tampoco es un winner indiscutible, cuando lo rasguña la tromba de frío invernal al abrirse. La sociedad, en fin. Lo creemos provisional, como todo tránsito, y en eso consisten la vida entera, y la convivencia. Lo accidental convertido en permanente y la elección en condena.

La fauna: Acaban de subir los pibes. Delantal o uniforme, el cole es la continuidad del recreo en movimiento. No se sacan la mochila, pisan a la del juenete, se tiran del pelo y se sacuden un manotazo que, rogamos, no pifien, y hablan a gritos. Nunca son menos de ocho por parada, aunque sean tres en total: parecen multiplicarse con sólo subir. La morocha de musculosa y celular tiene unos labios de tragarse un pan flauta y cuando no monologa, tipea teléfonos y más teléfonos. Ahí llegó la del supermercado chino, ahíta de bolsas que derrama sobre el piso. El cieguito, comúnmente, es el más educado. En la ganchera, nuestros brazos simbolizan el asalto en plena ejecución. Al punguista lo delata la cara, pero nadie se la mira. La gorda no espera respeto, ni lo ofrece. Uno lee, jugando al autista, y casi lo logra, pero nunca es Sobre héroes y tumbas sino autoayuda, y vaya si la necesita. Hay otros uniformes: enfermeras y ningún médico; el de corbata es vigilante privado; la de portafolios Santillana, teñido y anteojos, una docente; el de mp3 un universitario; los que viajan dormidos, no se sabe cómo, siempre despertarán a unos metros de su destino, un tercer ojo adiestrado que los aisla y espavila a punto. Y el que chamulla al chofer, y el porcino que te muerde el boleto cuando vas ensardinado o cuando lo perdiste. Y el encuentro casual con quien no esperabas ni querías, el vendedor persuasivo que semirregala basura, el que no pide permiso jamás, el que bosteza mal aliento, el estornudante solidario en microbios, la culona, el quejoso, el comentarista, las tres gitanas enormes y riendo o peleando, el que abre La Nación a tu lado, el que baja en la Terminal con tres valijas, el hincha, el cana que nos hace sentir más inseguros, el oso, el canguro, el perro, el guanaco... ¿Será posible que siempre vaya lento cuando uno está apurado? Sí, tiene que cumplir horario y va adelantado... Yo, no.

La flora: Aliento a faso, a porro, a los dos, a desayuno, a despertar. El que se colgó del caño superior no usa Axe, al que viene de laburar ya se le evaporó. Vidrios esmerilados por nuestra culpa, ¿será ésta la esquina o la pasé? Atchís, salud, subís sano y bajás enfermo en alud. Cuánto perfume para tan poca mujer. Gordo, el pedo, ¿no podía esperar? Los pibes borrachos del fondo acaban de devolverle a la sociedad su trasgresión alcohólica. Cada bache es un buche que la ciudad se hace con nosotros. La frenada súbita prueba la inercia como si los pasajeros fuésemos estudiantes de física. El bocinazo, dice el sticker en la luneta del Fiesta, no convierte mi auto en helicóptero. El humo del gasoil, el calor del motor, la estridencia de un choque. El Focus cruzó en amarillo, la indefinición con que comienzan todas las polémicas, partió el radiador y el capó quedó como una boca desdentada, el seguro le pagará al cole, que no muestra sino una pared descascarada. Demora y los pasajeros deben tomar el que sigue: venían cómodos y terminarán apiñándose.

El león: El fercho es un asalariado, después de todo, y sabe que en general no lo queremos. Todo servicio al cliente, implica desgaste y hartazgo, pero éste, a cambio del cadete de hotel, la sirvienta, el maestro/a, el dependiente de comercio y otros, tiene contacto mínimo con su clientela, y encima atiende en simultáneo, si bien en nuestra ciudad la jodida tarjeta magnética resume a poco o nada, sólo estirar un brazo, la atención al consumidor. Las calles son un dédalo interminable, complejo, pozeado, cada vez más difícil de transitar, y mover al monstruo de fórmica y cuerina a través de estrecheces de calzador significa introducir la aguja en un capilar esquivo. En ese semi infierno inyecta el conductor su estilo de vida, o de muerte, como una sustancia ahíta de virus en un organismo de por sí enfermo. Mal arriado, el tipo carece de sentimientos hacia el Rebaño y no los espera de él, que tendría mejores cosas para hacer en vez de estrujarse entre los asientos con destino a un trabajo injusto, flexibilizado, inconstante, que por lógica convirtió fatalmente el tránsito en parte del trabajo, cuando debiera ser la pausa para tomar aliento y energía o el merecido descanso luego del yugo. De nuevo el símbolo: gente que elige ser esclava, que perdió sus derechos sociales y económicos, empujados ida y vuelta desde y hacia ninguna parte por una bestia portátil –micro y chofer- contenedor de resignaciones y rencores.

El cazador: El beneficiario único es el empresario transportista, que no viaja en bondi. En Mar del Plata es casi monopólico, tiene de rehén al gobierno municipal, chantajeado a cada rato con las tarifas, carísimas, usando el argumento de que hay demasiados pases gratuitos o de descuento –el mismo precio para ir al Puerto, al Centro o a cinco cuadras de tu casa--, y el agravante de eliminar el metálico y sustituírlo por el plástico prepago, que financia el viaje antes de realizarlo, uses o no el bondi. La excusa, como se recuerda, fue evitar los robos: ahora el único que roba es el dueño de la empresa. Años de crecimiento y no se renovó la flota, ni se aligeró el karma de esperar bajo la lluvia o el frío que pase el bastardo después de las once de la noche. Tarjetas que se vacían de golpe, pasajeros que se ven obligados a mendigar el boleto a los otros usuarios, caminatas para cargarla –los comerciantes detestan la maquinita, las colas en el local, el escaso porcentaje que perciben; admitámoslo, pierden tiempo y solidaridad a la vez...—y todo gracias a la pasividad del Rebaño. Otra característica argentina notoria en este símbolo. Sentimos que tomar el cole es provisional, que ya tendremos auto, que no importa, que vendrá el siguiente o algún día, evidentemente sin nuestra participación, la realidad será más justa o lo será para mí y este martirio será un recuerdo.
En fin. La desaprensión, el individualismo de vivir con los walkman puestos, hace que lo pasajero sea eternamente provisional. Y de pasajeros nos hemos vuelto residentes de una selva donde seguimos soñando ser el león o el cazador y somos parte, apenas, de la fauna.

Gabriel Cabrejas