jueves, 31 de mayo de 2018

El Meditamundos

El Oráculo predecía con exactitud la fecha en que cada habitante moría.
Con la misma exactitud el Estado enviaba una correspondencia al futuro difunto con dos años de anticipación.
Esos dos años permitían y obligaban a cada ciudadano a escribir un libro con todo lo que aprendió durante la vida.
Ese inventario advertía los errores cometidos, objetividad mediante, a la vez que invitaba en lo posible, a enmendarlos.
Si el sujeto cumplía con los mandatos estatales era reconvertido luego de su deceso. Encarnaba, por así decirlo. El ánima era encapsulada para transferirse a otro cuerpo, pero sin que este nuevo formato recordara su anterior existencia.
En el Universo habitan un número definido de almas, como también una cantidad de energía estable, y ellas no caducan ni mueren, se transforman, son eternas huéspedes de la materia animada.
Las almas absorben y almacenan en una suerte de Nube toda la información acumulada. Las cifras del Universo están contenidas en dicho plasma. La Nube es un ser inorgánico, descubierto por los Antiguos Místicos Iluminados, lo denominaron El Meditamundos, aunque también advirtieron  sobre lo inaccesible que resulta acercarse a ello, dado el actual Avatar del Hombre.
La metáfora de Ícaro presume explicarlo. También en La Noche de los Tiempos, Lovecraft acerca la conjetura de que todo está escrito en una Biblioteca enterrada bajo una Catedral. Allí un ser cónico con infinitos brazos acomoda los libros que detallan pasado y devenir.
Esa idea intuitiva nacida en Oriente que irradió a tantos artistas y pensadores, donde la sospecha de que todo está escrito prospera y se expande, la ubicación del Hombre apenas se explica como a la de un intérprete ya guionado, sin que él mismo lo sospeche.
Todo está escrito, sin duda, volvemos a narrar los sucesos como en un interrogatorio policial. Una y otra vez reescribir la mismísima fotocopia fractalizada que reverbera hasta los confines del subconciente que nació a partir del Estallido.
Entonces nunca moriré.


Victor Clementi

Visión (Viejos Poemas)

Visión

Eran diciembres con lluvia,
éramos quizás, antojadizos;
no obstante el sol
-a una pulgada del opio-
creía anticiparnos.

Gracias por decepcionarme:
te necesitaba humana.
Pronto el adiós será un acuerdo,
la conclusión menos dolorosa

y hablaremos del amor que nunca sufrimos.


(Del Libro Simetría, 1995)

Victor Clementi


martes, 22 de mayo de 2018

Y vendrá como ladrón

El poema es otra disfunción orgánica, existe, aunque no en la naturaleza humana. Aquellas épocas de animal celeste quedaron sepultas, cuando la palabra era innecesaria. Luego vino Babel a confundir el silencio.
El Hombre ha plagiado las formas del Universo: la estética, apoderándose de ella; a partir de la insolencia bíblica que lo eleva sobre todas las especies. La Biblia anticipó el fin de la ecología.
La emoción engendra poesía, a veces, pero como todo alimento debe ser digerido y excretado con urgencia barroca. Retener un poema al igual que la orina puede estallar la vejiga sensorial.
La conciencia es otro organismo que metaboliza las impresiones, o la sujeción a ellas.
Pero la Tierra dejará de ser sumisa y nos vomitará la basura de tanta civilización.
Las toxinas que supimos concebir, como el poema.

Victor Marcelo Clementi Nasif


En el jugo de la Noche

quizás por añoranza
hace un sueño atrás
escondí paisajes en el zodiaco

nada especial
otra cicatriz urbana
en un segmento de la infinitud

quizás por arrogancia
fui pirata del amanecer,
un espasmo reincidente

en la miel fugaz de los deseos
cuando el fuselaje áurico
encapucha algún secreto
caigo a un hábito de musas
en el cabaret del Olympo.

Victor Clementi




lunes, 14 de mayo de 2018

Pórtico

Escribir es otra enfermedad, una especie de pus que necesita expulsarse para no contaminar el organismo, o al menos la parte sana que subsiste.
Me declaro insano.
Escribir es un brote, un sarcasmo que aletarga y paraliza, hasta que el vómito redentor acude a detener la convulsión. Curiosa paradoja que esa justicia poética sea quien nivele tal anomalía y nos silencie, sino definitivamente, al menos un tramo, para que el mundo se desintoxique de nuestras irreverencias y cicatrice.
Igualmente la náusea poética insiste.
Me declaro insano, inhibido de toda coherencia.
A veces me cuestiono por qué no viajar en una burbuja hasta el mismísimo umbral que impide ser tan explícito, y recuperar aquel misterio cuando la palabra no era necesaria.
Me declaro insano, por lo tanto inimputable.

Victor Clementi


Ghetto Íntimo

amores bisiestos
multiplican el pan en mi vereda carnívora
subo a los hangares de la resurrección
homicidio de luz

elogio al contacto
rocío sensual que segrega mundos
piel inmolada en otra piel
última gota de vértigo
umbral hacia lo volátil

la madrugada que me hizo terrestre
último eslabón de un fuego que insemina
los médanos residuales del viento

camino colores por las runas del asfalto
arranco malezas espectrales
cansado de lactar la paranoia de los tiempos

hay voces emergentes que me expanden
un vacío artificial erotiza
burbujas de otro amor en lata

soy una emboscada, humedad barroca,
soy esa herejía contemporánea
detrás de huellas, alejo
eco

¿y ahora qué?
pactar una muerte equitativa,
no sé con quién.


Victor Clementi 


Lágrima de estrellas

Mozart ha muerto...
el niño que acariciaba vendimia de estrellas
ya no esculpe armonía.
¿cuándo es previsible un misterio?
El cielo quedó sin agua en Macondo.

Los dioses saben que van a morir, pronto,
ya nadie cree en ellos,
pero antes se vestirán humanos
para emborracharse junto a Khayyam,
luego probarán alguna piel doncella
hasta que el amanecer los desvanezca.

A mis espaldas camina un aborígen
que acampa sin palabras en las grietas del fuego
y caza orgías de humo cuando invoco sueños.

Bajo mis pies se arrastra el animal unánime
que asoma guaridas de inframundo.

Regreso hominizado de ese cielo ambiguo
luego que los humanógenos bebieran mi plasma.
Ahora pernocto bajo puentes, trepo rascacielos
para beber ginebra con el Hombre Araña.

Mozart ha muerto...
tampoco queda Salieri para absolver mediocres.

Victor Marcelo Clementi Nasif





viernes, 4 de mayo de 2018

Plasma Creacional

irradiado por el musgo de la ignorancia
difusamente proporcional a mi diarrea sarcástica
subsisto en un orfanato creativo
casi un limbo de la indiferencia

adicto a la nivelación del Caos
por iniciativa del sonido
persisto, emito un devenir
otro infinito suicida
por colores criminales,
ecos de otra piel
pedazos de infinito a la deriva
espacio sin conciencia ni frontera
música que conmueve al Universo

en esta maratón perpetua
sendero de asteroides y esperma
hacia el núcleo de otra dimensión,
absorto por los ciclos del origen
escolta de marginales por albedrío
luego de beber el desencanto

cada quien vive su profecía,
yo mismo me diseño
pulseo contra laberintos ateos

no quisiera morir de todo esto,
prefiero navegar un vórtice
jugando ajedrez con el misterio.


Victor Marcelo Clementi Nasif