Los Oscar de la Academia, III
Muy grave, Alfonso. Querer trasvasar una aventura espacial —mejor que de
ciencia-ficción: se supone sucede en cualquier momento actual de la esfera
supraterrestre— en Drama de Actriz suena a disparate: Y de verdad lo es. Gravity no tiene gravitación, y flota en
la nada pura como los personajes.
Uno se pregunta cómo la pasarán los actores
prácticamente sin referentes materiales, sobre un ciclorama verde atrás sobre
el cual se proyectarán, en el montaje, las fotografías y efectos especiales,
que aquí sí son fundamentales, o lo único. Adviértase, Gravedad pinta desde el co-mienzo para aburrida, imperdonable
pecado de semejante género. La dra. Ryan Stone, una mé-dica con seis meses de
entrenamiento en astronáutica, repara un escaner orbitando la Tierra, junto al galán
bromista y seductor, quién sino George
Clooney, y de pronto todo sale mal y termina náufraga, incomunicada y sola,
en el espacio estelar. La sapiencia técnica del mejicano Alfonso Cuarón, acreedor del Oscar a dirección, consuela del
desacierto de esta Robinson Crusoe que, señal de los tiempos, debía ser mujer y
llamarse Sandra Bullock.
Administrados los primeros detalles, la
misión quedará abortada, y a la doctora no le quedará otra que pensarse una
Ulises de regreso a una Ítaca global, caiga donde caiga. Clooney-Kowalski, solterón e irónico hasta en los peores momentos,
se sacrifica: los dos no podrán llegar a una cápsula Soyuz rusa, posta en el
camino y vehículo a su vez para que Stone se relance a una estación china, y de
allí, soltando lastre, a la atmósfera humana. En un mundo sin enemigos (los
fedayines musulmanes adolecen de esta tecnología) algo ha variado, y destruído
el transbor-dador americano, por ahí no más anda uno de los hermanos rusos y
otro de los hermanos ama-rillos. Cáspita, arribó al cine la certeza del planeta
multipolar, aún cuando el héroe, o la heroína, siga hablando inglés de Illinois
y lo auténticamente humano le acontezca a ella.
El problema consiste en que la tal heroína
sea Sandra Bullock, triste por
morírsele una hijita y, en cuanto tal, más dispuesta a dejarse morir que a
luchar el retorno.Una lágrima suya se le derrama, y flota en la cabina de
gravedad cero. Alucina a Clooney entrando allí y su fantasma le da el sacudón
de consejos, y entonces retoma el comando y la resolución de volver. Como James Franco en 127 horas (Philip Noyce),
atorado en una hendidura de roca y pleno desierto, sin celular ni auxilio, pero
unos miles de kilómetros arriba, la astronauta B. decidirá si le im-porta o no
la vida, y el guión alrededor se trastea en fábula moral, de prepo. No extraña
que ambos actores bailoteen en una historia cantada de antemano como chupetes
en el ombligo.
Doce nominaciones, la excelente dirección de Cuarón, apto todo terreno y merecedor
de su premio: Hollywood desespera. A la hora de nominar no encuentra candidatos
y sale a postular una verdura de invernadero que, lo sabemos, no crece en el
vacío.
Gabriel Cabrejas
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