Comenzaron siendo un grupete de forajidos del karma, gente dolida por diferentes motivos y que consolidaron una catarsis semanal donde compartían sus desgracias.
Para no abundar en groserías y desafiar al buen gusto sólo comentaré tres especímenes:
Daniela: a cargo de ocho hijos, todos de padres distintos. Una deprimida crónica que era abandonada siempre y que, además, le cancelaron las dos últimas asignaciones por hijo por exceso de vagina.
Fabio: un marica frustrado por tener hemorroides. Jamás fue penetrado y para colmo los mates de leche le producen arcadas.
Luciano: un perdedor acostumbrado a que le roben en todas las casaa que habitó. No hacía más que mudarse y al poco tiempo era asaltado. Un total de 19 veces.
Junto a otros forman un clan restringido de nefastos poco y nada favorecidos por las circunstancias.
¿Qué dios pergenió tales engendros portadores de un muro de lamentos portátil?
Ellos peregrinaron por cuanto libro de chantayuda les cayera sin hallar la respuesta que resuelva tanta inequidad. Eran individuos polarizados hacia lo negativo, portadores del Síndrome del Bajón Abasoluto.
Amantes de la tragedia, leían a Angustiógenes, aquel filósofo griego fundador del drama cotidiano, y que como tantos transitaban el anonimato en escala gris.
Todas las semanas se reunían para comentar alguna decepción y lamentarse en conjunto. Socializaban la pena. No era precisamente una horda de autoayuda, más bien los definiría como unos nefastos autoinmunes.
Si bien es cierto que el dolor atrae más que la inocencia, nuestros depredadores de la buena onda exageraban la caída, se alimentaban con desgracias propias y ajenas, las rejurgitaban una y otra vez, masoquistas, cómplices del lamento. Aunque no es la primera tribu que llega al éxtasis a partir de la autoflagelación.
Entre sus costumbres, le rezaban a San Tristán, patrono de los yeta quienes creen que sufir aquí es asegurarse el Cielo.
También adhirieron a la Izquierda Amarga, respaldando la consigna: Humillados del mundo, Uníos...!
Además presentaron un proyecto de ley para la Despenalización de la Pena, cuya campaña se fundó en el lema: No te sientas culpable por sufir.
Al fin liberados nuestros antihéroes del paso traumático por el cuerpo, trascedieron el suicidio. Hoy son los apóstoles del ecepticismo, la Escuela Pesimística por excelencia.
Vicius Clem
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