En el cuento “El cazador blanco” del libro “Nada del otro mundo” de 1987 el humorista de color conocido como el negro Fontanarrosa especulaba que la cebra es un animal muy peligroso. El dibujo blanquinegro de su pelaje produce alteraciones dañosas a la vista y a la mente de quien las observa. Generaciones de bantúes cayeron en el azote del estrabismo y la perturbación mental –decía el cazador–. Los cráneos deformados tan comunes en África son producto de la visión permanente y alucinada del rayado de las cebras.
Cráneo deformado por la visión de las rayas de las cebras
La realidad según los científicos tiene algo del humor de Fontanarrosa. Los animales que cazan en grupo individualizan a una presa y la siguen hasta cansarla. La estrategia de la manada que huye puede ser un pelaje idéntico para todos (como los antílopes) o tan estrambótico e inmemorizable como las rayas de las cebras (la manada depredadora no puede diferenciarlas entre sí). Es la “selección natural” que sirve de filtro para la evolución de las especies.
Lo descubrieron los investigadores cuando, por estudios, dejaban marcas en los animales y los depredadores tardaban pocos días en ultimarlos. La marca era un mojón de referencia del individuo para la caza en grupo.
Al menos no para enloquecer pero sí para confundir están allí las rayas de las cebras.
Sergi Puyol i Rigoll
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