viernes, 26 de febrero de 2016

Hambre malabarista

Para no deschavarme el hambre
le mentía a mi vieja haber comido.
Recuerdo las sopas hechas sin caldito
apenas condimentos raspados del frasco
y algún fideo náufrago en la miseria.

Escribir era lo mejor frente a la decepción,
eso de arrojar puñales indiscretos
no pertenecía a mi arrogancia,
pero me volví supersticioso.
Escribir entonces era supurar belleza,
hacer con el hambre malabares.

Yo mismo negaba tres veces a la suerte,
un esquema defensivo en el tablero
hasta decidir dónde reposar mi destino.

Vittorio Marcelus




jueves, 25 de febrero de 2016

Características y Genotipos Terrestres, en analogía con modelos extraterráqueos (Humor Radioactivo)

Los Grises
Seres mediocres, resentidos. Viven quejándose de la suerte que poseen. Suele vérselos rondando las plazas, cabizbajos, con pancartas que rezan: ¿Por qué me tocó vivir? Seres deprimidos que abusan de terapias psicoanalíticas, hasta convertirse en adictos. Antecesores de la Subespecie Emo.

Los Verdes
Especie que bebe entre dos a cuatro litros de mate por día, por lo que su piel fue enverdeciendo.Con los siglos únicamente succionan los alimentos, tal vez una adaptación evolutiva que los mutará en insectos o arácnidos.

Los Ojudos con Dedos Largos
Seres que pasan de 15 a 20 horas diarias frente a la computadora o celular. Desarrollaron un campo visual adaptado a la escasa luz y a las radiaciones. Dedos alargados con tracción independiente.

Los Reptilianos
Especie carroñera que ha vivido desde siempre de planes sociales y subsidios. Zánganos útiles a las clases reinantes, ya que los usan como patota y barra brava para mantenerse en el poder. Devienen del tronco Hommo Piqueteris.

Los Artrópodos
Quizás la especie insectívora más dominante por su naturaleza colonizadora. Acampan en cuanto predio desocupado aparezca y no hay veneno policial que los combata. Tambien atacan plazas. Caracterizada como plaga en vastas zonas del universo.
Existe una subespecie que mora en las esquinas, se alimentan de birra y porro. Criaturas de hábitos nocturnos que gritan al intoxicarse.

Vittorio Marcelus

domingo, 21 de febrero de 2016

Emboscada

desvisto el momento
absorbo el paisaje
remoloneo, arrastrándome
entre migajas de cielo

habito la sexura
hasta germinar piel
tersa travesura del aliento

presumo las frutas
dormidas en el deseo
esas que nunca escarbarán otro cuerpo

acecho.

Vittorio Marcelus

Angurria por más cielo

desciendo a distraer el río
a morir en las pupilas del crepúsculo
con las manos mojadas de tiempo

un lago poco profundo donde
observar mi rostro entre las piedras
alguna vez camino

todo conspira a destinarme
las señales del cielo
simplemente proponen
y yo quien adecúa la superstición.

Vittorio Marcelus


Independientemente de otros fastidios

A cinco huesos de la tierra
iré a mentirle a la ciudad voces en guerra.
Iré a conspirar emblemas
a derrocar la religión de Hollywood
y sus estilizados abdómenes nominados al Oscar.

Este sudor impar
estos muertos ilegítimos
esta fauna inanimada
me disocian entre entes
que me piensan incipiente.

No quiero vegetar incógnitas
ni embalar recuerdos
en el basural de la carne
bajo un limbo gastado.

El cofre de Pandora
siempre estuvo entre sus piernas.

Vittorio Marcelus

sábado, 20 de febrero de 2016

Pequeña burguesía iluminada

Muchos, demasiados intelectuales argentinos carecen de ética. Además de racionalizar bajo una perspectiva monocromática: la cosa es blanca o negra, la teoría de los dos demonios, la conspiración permanente, junto al totalitarismo mesiánico que los unge, terminan por conformar un combo totalitario, donde el fin siempre justifica los medios, desde el golpismo verborrágico hasta los piquetes destituyentes.
Claro, esta falsa izquierda paradójicamente utiliza metodología nazi: miente, miente que algo quedará. Así manipulan estadísticas y porcentajes de pobreza; así falsifican para robar mejor, y así vaciaron al país de contenido ético.
Y hablan, y siguen conferenciando arengas al terrorismo intelectual, panfletos discursivos para liberar criminales; voces, gritos de resentimiento muy poco austeros.
Esta es las pseudoizquierda kaótica, nacida de las fábulas epistolares que contaba un tío detenido, cuando de verdad era peligroso andar con pancartas con rostros desaparecidos y exigir el retorno a la democracia.
Los pibes se colgaron del discurso del tío, es la ficción revolucionaria nacida de los libros empolvados hace décadas. Si esa doctrina hubiera sido eficaz hoy no existiría miseria.
George Luckas (filósofo) predico en los 40 que el marxismo teórico acabaría en claustros universitarios, una especie de religión aristocrática, también adoptada por movimientos populistas. Y no la pifió; devienen sectarios, se creen iluminados, mesías sociales; pero son narcisistas caprichosos, burguesitos mal criados que se portan mal para dar la nota. Cortan las calles, ensucian frentes inocentes, impiden caminar a los obreros que dicen defender, socializan su propia mugre.Y exaltan así las contradicciones pequeñoburguesas.
Repito: no quiero observar al mundo desde una cueva, pretendo Cosmovisión, necesito una perspectiva creciente.
En conclusión: la inteligencia (y en menor medida el intelectualismo) no garantizan ética, ni solidaridad, ni bondad, ni justicia. Los depredadores siempre son más inteligente que sus presas. Recordemos la sociedad nazi, tal vez la más inteligente de su época considerando los avances en tecnología, ciencia, filosofía y música durante más de dos siglos. ¿Y en qué terminó esa fábrica de genios, tanta evolución?
En su prropia decadencia.

Licenciado Irineo Barbusa

jueves, 18 de febrero de 2016

Fiebre Verborrágica Argentina (entre dichos harto dichos)

Un chamuyo endémico que sólo padecen nuestros nativos. Un chamuyo transversal que involucra tanto a la pequeña burguesía autóctona, dado su expreso sentimiento de culpa liberada con esgrima intelectual en piquetes ideológicos, como a la fauna autoproletarizada que changuea con las dádivas del Estado y acepta cuanta coima aparezca: desde cajas con alimentos hasta bolsitas con merca.
Esta es nuestra enfermedad predilecta: El Chamuyo;  millonarios que viven en Puerto Madero y predican la Biblia Apócrifa de Marx, pero no la cumplen ¿por qué? porque nadie traiciona a los de su propia clase social. Sólo ofrecen migajas: Pan y Circo. Elemental Watson.
Socios ellos: los juglares bolcheviques junto a los liberales que chamuyan la independencia del mercado y sólo socializan la pobreza: "las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas.." Ellos comparten la cochera, sus mujeres tarjetean en las mismas tiendas, veranean en Punta. Aquella añoranza menemista de perpetuar el dolar barato para viajar al exterior y comprarse todo, viste...."son todos narcos..."
Y están las mafias chamuyeras que se refugian en la precariedad y la falta de laburo, pero en realidad lucran con la pobreza para rapiñear: desde presidentes, ministros hasta el último puntero político, además de trapitos y barras bravas, las tranzas autorizadas.
Todo se igual, reza el tango de Minguito, "lo mismo un burro que un gran profesor". Cualquier chamuyero opina sin autoridad moral; los hambreadores de ayer, hoy son demócratas empredernidos; los millonarios de ayer, hoy prometen equidad, y los ladrones de siempre cambian de bando, por si las moscas... "Hacete amigo del juez" cumpa, porque como dijo el patriarca : "Para un chamuyero no hay nada mejor que otro chamuyero"  papáaaaaa


Licenciado Irineo Barbusa

viernes, 12 de febrero de 2016

Aristas

la sociedad me vuelve soldado
caníbal
la sociedad me vuelve pirata
espía
la sociedad me vuelve sociópata
adicto
la sociedad me crea feudal
poeta

otro burócrata de lo insignificante.

Vittorio Marcelus
 

Inoportunicidio

me fascina la cruel exactitud
la deseo
masoquista de sus labios
que laceran
babeo
cruel exactitud que moldea
arabescos en la espuma
brinca por la piel oscura de la tarde
a resbalar de cielo
la deseo
y sólo me concurren
las bestias aleatorias
que nadan en destierros.

Vittorio Marcelus

jueves, 11 de febrero de 2016

A todos mis alter-ellos

Antes de exiliarme en la locura definitiva
-a una fase sin dádiva de retorno-
prefiero besos nadie
concubinas sin amor
a merced de la lujuria.

No soy una abstracción desesperada
ni un obrero de la duda
tampoco llevo el miedo agusanado en las mejillas,
sólo aspiro intermitencias
a la vez que me socava un color estúpido.

Me sumerjo en pantanos eróticos
que pocas veces resuelvo,
no sé si son ángeles ocasionales
los que ofrecen migas de sus manos,
tantas moléculas de amor a la papelera de reciclaje.

Necesidad de compensarme:
masacre irreal entre barítonos enfermos
que ahogan la mañana con bostezos

en el nombre de ese dios huerfanito
que se aparea con las aguas.

Vittorio Marcelus


martes, 9 de febrero de 2016

Teatro de un renegado, onda 2016



Esquilo y Marcos Moyano, o La Orestíada
Mad Max en Atenas y acá a la vuelta

  Emprender una reescritura de la única trilogía trágica conservada de Esquilo requería tiempo, cultura e ideas. A Marcos Moyano le insumió cinco años, discontinuos pero obsesivos, fundamentar la puesta, ya que había decidido respetar el texto, desafío y proeza a la vez, considerando el empaque de un clásico para empezar una temporada veraniega. La universalidad del vate griego zanjaría buena parte de las dificultades: siempre existe público, vacacional o no, interesado en llenar el previsible vacío, como existen teatristas temerarios que habrán de cubrirlo.
  La cuestión reside en el cómo, pues el qué se conoce de cabo a rabo, se consigue por diez pesos en una librería de viejo, está en todas las bibliotecas y todos los idiomas. Moyano eligió una mise híbrida, moderna y fiel, superadora y comprometida. Empezó con la remodelación del espacio, al quebrar el escenario a la italiana y abrirlo en dos, longitudinalmente, de manera que la acción se desarrollase a lo largo, espectadores de ambos lados, y un ancho pasillo central donde le es más fácil circular a la historia, más el aprovechamiento de balcones, en la parte superior, desde el cual brilla, blanca, la diosa Atenea. Moyano, enseguida, postuló otra ruptura, él mismo presentador, digamos, pedagógico, de la obra, e interventor, como coreuta, en los entreactos, a través del comentario de lo que pasó y viene. Tal cual hemos visto en otras representaciones del Séptimo, se impone la estética del independentismo, abolición de la escenografía —a excepción de una silla de escritorio con ruedas, una plataforma móvil que simula-sintetiza el carro triunfal de Agamenón. El vestuario sirve a la sazón de trasto escénico simbólico. Un chal rojo, o capa, será la alfombra prohibida a los hombres que el héroe de Troya retornante pisará, interminable, condenándose. Otro tul blanco columpiará hasta el piso a la diosa, tomada de él como una acróbata de altura.
   Cuatro actores principales, más las tres Erinnias, encarnación de la conciencia del Orestes parricida, cumplen los roles, otro factor de economía dramática muy propio del Séptimo. Sólo Viviana Ruiz desempeña un solo personaje, Clitemnestra; Cecilia Martín, además de Atenea, es la esclava Casandra y Electra, la persuasiva y vengadora hermana de Orestes. El gran Sergio Hernández dará su exactitud al rey Agamenón y a Apolo, defensor del asesino. Diego Lewkowicz puede ser Egisto, un vigía o el ujier del juicio a Orestes. El coro de Erinnias lo componen Sol Von Friedrichs, Ludmila Cardona, María Eva Belza.
  Y todavía no hablamos de los signos especiales de ese cómo. Intemporal, tan futurista en la escenificación como es antigua en el lenguaje original, La Orestíada de Moyano plantea, de entrada, una característica que ha escapado a muchos historiadores: el teatro y la democracia nacen juntos (algo que citaba Marcelo Romer en sus clases de Historia teatral), en el Siglo de las Luces del mundo helénico, y el recuerdo de esos heroicos tiranos, filicidas, homicidas del consorte, marcados para siempre bajo la estirpe criminal de Atreo, tan lejano, debiera iluminar por contraste la nueva conducta convivencial, y participativa, de los ciudadanos menudos de Atenas. El juicio mencionado invita al público-pueblo a decidir sobre la culpabilidad o inocencia de Orestes, el ujier reparte los votos por una u otra, y se instaura la justicia asamblearia, la democracia directa de aquella época.
  Pero hay más. Los borceguíes; la chaqueta de cuero negro de Orestes; la ropa sensual, short incluido, de Clitemnestra, que después de matar al marido abre una lata de cerveza y fuma un cigarrillo; el tocado de perlas de Atenea como una vamp de Hollywood; las rastas y rugidos de las Ernnias y sus rostros fantasmales que virtualizan la moda zombie, o el ambo blanco de Apolo, resignifican el mensaje esquileano, envían a un ambiguo submundo mafioso, a un presente elástico y dark que retroalimenta la universalidad del autor, la enriquece, la expande, con el agregado, no menor, de que es una producción marplatense. “Parece la carretera de Mad Max”, supo acotar, agudo, Pedro Benítez. Licencias aparte, el relator-actor-director sabe expresarlo, coda o epílogo necesario de acento aristotélico: “el teatro es lo que debería o podría pasar”.
  La Orestíada rompe la medianía de la comedia breve, el vodevil importado, el show de vedetonas, modestamente, a partir de un centro cultural de barrio próximo a cumplir una veintena de años de insistencia. Una forma de autocelebración merecida que, de paso, homenajea a los orígenes de esa profesión que tanto atienden los Séptimos.

Dr. Gabriel CABREJAS
2016

domingo, 7 de febrero de 2016

Disolverme

mi lado anfibio en el oleaje del instante
en un intento por discrepar absolutos
enredó el camino a una telaraña
de causas que dudan efectos

algo que no crea algo
algo que fenece al pronunciarse
caricia derretida en la piel del olvido

carruaje que transurre las aguas
hasta orillas invisibles
instinto luz en una marea de circuitos

algo así clarividencia
juglar en mis silencios relativos
hechicero en una ambiguedad que acecha.

Vittorio Marcelus
 

Agujero hacia mí

"yo nací un día en que dios estuvo enfermo, grave" César Vallejo


fuí trazado por la mano de dios,
me interno en la jungla interior
así crear
las voces ajenas son voces hostiles
por eso me alejo,
aullidos que espantan la inocencia
cuando acerca

fuí bosquejo de esa mano mágica
que no corrige errores
una mano que desprecia el vicio interpretativo
simplemente es, soy
indeleble
dispuesto a fragmentarme

un punto oscuro
que un lapiz desgarró en la tela del universo

la mano perfecta
aquella que no siente culpa.

Vittorio Marcelus


sábado, 6 de febrero de 2016

Teatro de un renegado modelo 2016



Mónaco, De Urquía y Benítez lo hicieron de nuevo
Los monstruos eternos, el teatro de ahora

   Primero y principal, una obra teatral que revista a Pedro Benítez en sus filas tiene la garantía de calidad implícita. Quedan, convengamos, pocos actores de esa condición; diría que es el último después de la desaparición de Roque Basualdo. Quiero decir, no importa la excelencia o mediocridad del texto espectacular: si está Pedro, la pieza se reivindica sola. Por pudor, no hablaré de Antonio Mónaco, sería redundante y tedioso. Él, con Baigol, Lugea, Barone, Hernández, mantienen ardiendo la llama sagrada, y lo hacen sin interrupción desde muchas décadas.
  Al dúo se suma Silvia de Urquía actriz y directora, cuyos pergaminos tampoco necesitan presentación ni defensa. Y un dramaturgo del que no sabemos nada, Marcos Ayciriex, el autor de la obra que reseñamos, Claudio y Calígula, los secretos del Fuego, que realiza esta adaptación de I, Claudius de Robert Graves, con ingredientes de su propio menú. Importante para el público erudito, no se espere una versión del Calígula de Albert Camus, aunque su sombra sobrevuela toda vez que se retoma la biografía del quizás más cruel y demencial de los emperadores romanos. No siendo Mónaco el escritor, sin embargo, la reflexión sobre el poder y su deformación, el autoritarismo, que le son propios, nadan en la evidencia de sentido. Digámoslo sin demorarnos: nunca está de más un tema tan reiterado, nunca sobra, siempre faltará algo por denunciar.
  Pero una obra empieza en el paratexto, o sea, el programa, donde se reproduce el capricho de Goya, Cronos devorando a sus hijos, casi una caricatura grotesca del filicidio y en cualquier caso una alegoría del poder omnívoro, del que el atroz Calígula llega a ser modelo, casado con su hermana, asesino de su padre y su padrastro y finalmente homicida de su hermana embarazada de él —intentó comerse el feto de su propio hijo, celoso de su sucesión. Imposible olvidar al joven John Hurt en el rol del emperador, un tanto afeminado y temible aún, en la miniserie de la BBC británica (1976). Benítez compone un personaje mucho más complejo. Irónico, culposo, misántropo, enfermo de sí hasta sentirse insoportable de llevarse, autista, en la sola escena de la bacanal se despliega la inmensidad y la miseria del poderoso que siembra tal odio que parece desear intensamente su muerte. Algo del Calígula de Tinto Brass, sin erotismo (excepto el orgásmico del poder sin limitación) también se encarna en el de Pedro, que es todos y ninguno. Ya venimos venir, agolpándose, los Estrella en torno a los trabajos interpretativos. Como todo elenco monaurquiano, se lucen los jóvenes discípulos: el terceto de centuriones sometidos y con el odio amartillado (Santiago Maisonnave, Agustín Barovero, Damián Chiurazzi), y las mujeres de comparsa equívoca, dedicadas a sufrir y también a esperar: Drusila (Agustina Anzoátegui), Ennia (Marcela Cardoso), Mesalina (Paula Costa) y la vieja Antonia que pese a su insignificancia resultará fundamental (Beatriz Moriondo).
   Hay más, del lado de la puesta. No veremos una toga y a cambio, Calígula viste de camisa y pantalón negro junto a su corbata roja: un perfecto mafioso o fascista en plenitud. Claudio, de grises, entraña la mediocridad apariencial, como historiador y testigo privilegiado de la peor época del imperio dueño del mundo; los tres soldados, incluso, visten de gris. La sibila de tules rojos (Silvia de Urquía) cierra la estética cromática de un estilo que es marca de fábrica de los Mónaco. El uso de la oscuridad, un cofre-trasto múltiple, las candelas, el escamoteo de decorado a excepción de dos lejanas bibliotecas, la música clásica de uso restringido y acompañante.
   Cierto, existen defectos que destacar, muy insistentes en el teatro marplatense, como la tendencia excesiva al llanto, las convulsiones, los pasajes sobreactuados, la delectación en la locura.  Claro que al fin y al cabo se trata de una tragedia contemporánea con figuras históricas de la antigüedad, una hibridación que rememora a Anouilh y que, en manos de Urquía, se autocontiene. Los cambios de humor (y de gesto) en el cuerpo de Benítez logran el efecto de romper la tensión dramática y arrancar una sonrisa nerviosa del espectador, con lo cual se compensan los detalles apuntados.
  En resumidas cuentas, una obra casi inmejorable, un placer contradictorio (oscuro y espléndido, si sabemos contemplar la belleza del mal cuando se sabe cómo plasmarla), una promesa de autor que ojalá se ratifique, y una demostración del buen momento de nuestro teatro. Y por si no quedó claro: esos tres lo hicieron de nuevo.

Dr. Gabriel Cabrejas
Enero 2016