sábado, 18 de agosto de 2012

Despertar en ella (romance de cuna)

tardame un poco
haceme de noche
despertar en vos

invocaré tu embrujo
esculpiré otro cielo
con nuevas premisas

haceme noche, un poco
para dormir en ella
por si no estás...

mal augurio tanto silencio.

Victor Clementi

Tóxica Poiesis

podría decidirme por la inconstancia subliminal
que nuclean los apósitos existenciales
pero no,
no obstante desgarrar los pétalos del día
en el próximo considerando reiré agostos
tampoco

no sé qué hacer con la llovizna
ni con los ojos del barro,
tanto acumular peces en la vegija
el olor a sirena me intoxica

bella opción el autodestierro
casi poética
aquello cuyo nombre es soledad,
el yo desdobla otra voz
y subtitula cosas que poco atrevemos.

Vicius Clem

jueves, 16 de agosto de 2012

Reflexiones de un renegado 2012

Los medios son el mensaje




Hoy es más importante tener un e-book que saber leer, estar en facebook que tener algo para contar, manejar un auto importado que realmente poder manejarlo. Los 140 caracteres de Twitter comprimen todo pensamiento al aforismo personal incompleto porque son el pensamiento, sin lugar y por lo tanto sin voluntad de desarrollarlo. Los medios se han convertido en el mensaje, poseer la última versión de algo —estar poseído por ese algo: complemento agente y no objeto directo, dirían los gramáticos—, categoría de distinción aunque no se sepa usarlo, o peor, no se sepa qué es. Claramente un hombre es lo que tiene y no cómo lo ha conseguido, pero con un detalle: debe tener algo específico, diferenciador y tecnológico. Y la capacidad para cambiarlo en un año o cuanto mucho dos. El mundo de Terminator-Matrix, lo sabemos, ya está entre nosotros o, mejor, somos nosotros, la realidad paralela de los monitores nos condiciona y finalmente nos determina. Ya no conocemos el mundo a través de la versión mediática: el mundo es la versión mediática y se vive y muere dentro de la pantalla, lo demás no existe. Narrar-filmar nuestra inocua e ínfima intimidad la produce al mismo tiempo que la transmitimos. Mirá mis fotos en facebook. ¿Qué porcentaje le pondrías a esta foto? Seres de ficción permanentes actuando lo que somos, o decimos ser. La insignificancia elevada a matriz ontológica. Como ya no podemos ser especiales, enviamos a otros nuestra mediocridad, urbi et orbe. Autismo irremediablemente igualador, mal que nos pese. A los demás no les interesa semejante ignominia (traducción: miniaturismo de sí, ignorancia de mí) pero esos demás repiten el rito, incandescente y, lógico, efímero.

La obsolescencia programada es a todas luces un mero fenómeno de mercado, diseño que engorda las cuentas de la clase gerencial so pretexto del vertiginoso cambio que la tecnología impone a fabricantes y, necesariamente, al usuario. Como son engendros robóticos, la venta de tales insumos no genera más empleo, ni tan siquiera garantiza la conservación del mismo empleo, sino la piramidización de la sociedad donde siempre ganan los capitalistas. Todavía hay heladeras Siam, mucho después de que la factoría de electrodomésticos y automóviles se fundiera, y nunca hubo menos trabajo porque la gente no las cambiara. Ahora podés cambiar de modelo de refrigerador todos los años y no le das trabajo al obrero que lo ensambla. Antes tenías trabajo, jubilarte como laburante de la compañía, y continuarías tu vida con la misma heladera. Todo se acelera paralelamente: perdiste el puesto y tu heladera ya envejeció, se descompuso diez veces clamando recambio, y hay que arrojarla a la basura, con tu empleo y con vos. Antes podrías comprar otra si salió defectuosa: contabas tu sueldo estable, y sin embargo el aparato seguiría funcionando y contarías ahorros o nuevas remesas de salario para comprar otros bienes; ahora perdiste el jornal, la heladera no anda más ni podrás adquirir su sucedánea. O sí, a crédito, en vez de con ahorro.

La revolución tecnolátrica se lleva por delante cualquier reflexión acerca de ella, y en consecuencia también envejecieron la filosofía, la sociología, incluso la misma informática, dado que debemos mudar de instrumento todo el tiempo. La historia, la antropología, las ciencias blandas, se reconocían en función de su aptitud futurológica, y cuando hablaban del pasado, próximo o remoto, estaban refiriéndose al presente y advertían, veladamente para que nadie las creyera todavía un remanente de la mística, sobre el porvenir. Pues el futuro y el pasado acaban de morir, y vivimos desesperando del presente, imposibilitados de afincarnos en él un rato, viendo en nuestras manos, en la punta de los dedos, el envejecimiento acelerado del último smartphone. Se ha dicho que si el hombre no se adaptaba a la tecnología, ésta no le serviría. La verdad terminó siendo que el hombre sirve a la tecnología, y ella se burla a sus anchas. Personas cultas y universitarias abren un Manual de Instrucciones como un cromagnon una caja de música del rococó. Cada termino técnico, que de antemano se da por sabido, envuelve en su jerga al neófito haciéndolo sentir un perfecto ilota del medioevo al que regalan un inalámbrico. Cuando logra entender el tecnolecto, el dispositivo que opera ya es anacrónico y deberá cambiarlo por otro cuyo instructivo, de nuevo, lo somete al aprendizaje veloz de un nuevo idioma. Madejas de siglas, laberintos de explicaciones, sobreprecios de modelos 0 km, llenan el cerebro y la memoria lingüística de cada consumidor; no utilizarlos es quedar fuera, no entender nada, no actualizarse, envejecer junto al objeto. Un museo de grandes novedades a cada minuto. Ya podría haberlo de celulares a pesar de que no pasaron veinte años del primer ejemplar. Coleccionistas de films en VCR (videocaset, le decíamos) han quedado pobres para siempre en un lustro, y no llegaron a meditar en su suplente, el DVD, cuando golpeaban a sus puertas otros reservóreos, el pendrive en primer lugar.

Mientras escribo el programa de PC se antigua, deja de ser compatible, si me mandan un archivo en la versión más nueva mi PC no podrá leerlo. Mi impresora, sin ir más lejos, dice tener la comodidad de un cartucho por color, pero si uno se agota los otros tampoco andan. No basta el celular receptor de sms (les llamábamos mensajes ayer a la mañana), llamados, música, fotos. Cada segundo nace una nueva aplicación, y la comunidad gastadora corre a tenerla, o, insisto, ser tenida por ella. No mejoramos un céntimo como personas (¿qué será eso?), sólo como miembros de la sociedad de (tecno)consumo. Contamos fruslerías sobre nuestra vida cotidiana y nadie nos conoce, queda el alma angustiosamente muda, o reducida a 140 caracteres y una micropelícula donde boludeamos. En la promo de un celular se cuenta cómo a un pobre tipo de pierna enyesada, el día de su cumpleaños, la comunidad de amigos y familiares le envía vía facebook los saludos consuetudinarios. El individuo cree tener un millón de amigos, se emociona con la enhorabuena de sus papás… y sigue solo mirando las vacaciones de sus compas, munidos de notebooks junto a un río apacible, él lagrimeando sus sentimientos en medio de la absoluta soledad acompañada. Infeliz de él, si se suicidara, seguro antes lo subirá a la red. Los demás no necesitarán interrumpir sus hollidays. Páginas y páginas virtuales de condolencias, a 140 letritas, los esperan desde sus hoteles y campamentos. Ninguno sentirá que lo ha traicionado, que no estuvo con él, que pudo evitarlo. ¿O no le llegaron las felicitaciones el día de su muerte? Duro destino no tener absolutamente ninguno.

Eso sí, puedo quejarme a través de la misma red que digo combatir. Mi única bandera, si tengo alguna y no sé por cuánto tiempo, es una declaración solitaria: no estoy en facebook.

Gabriel Cabrejas

martes, 14 de agosto de 2012

Presentación Destino Desarmable

Jueves 20 de Septiembre 18 y 30 hs
Los 36 Billares
Ciudad Autónoma
Av De mayo 1265 
presentación del libro
Destino Desarmable
de Victor Marcelo Clementi

miércoles, 8 de agosto de 2012

Teatro de un renegado 2012

Exorcismo de mujer, de Fernández /Marset


Ángeles con espalda


La tan entrañable mendocina Nora Fernández, que conocimos como huésped del legendario Centro Cortázar en los 90 y desde entonces no perdió oportunidad de volver, pasó buena parte de su vida teatral perfeccionando, puede decirse, el mismo sujeto: ella misma, espejada infinitamente en personajes de su unipersonal Sur-realismo, un diamante multirrostro que pule y vuelve a engarzar cada vez con más exquisita y prolija sutileza, hasta diseñar un verdadero clásico del unipersonal femenino.

De tanto enseñar a través de la geografía del interior, supo agenciarse una alumna a su altura en nuestro balneario, Ángeles Marset, y mudó así de cuerpo sin cambiarse el alma. Exorcismo de mujer construye una continuidad y una superación, ahora instalado en el único personaje-mujer cuyas máscaras son las de una vida común en el contexto del mundo. “¿Qué pasaría si, sola, se animara a despedirse de sus mentiras?” La aventura confesional, iniciática y transformadora, no por analizada menos novedosa, de una biopsia arriesgada, donde el espacio escénico es el dominó temporal que, pieza a pieza, arma el concienzudo dibujo para voltearlo de un soplo.

Magdalena, de Mauro Molina, otra obra que se dio durante el verano del 2012, se preocupaba por el padecimiento de una casada en los 50 y los códigos obligatorios de esposa modelo que se le adjudicaba, abriendo en las heridas un respiradero de lo reprimido, la ira, la decepción, el conformismo. El diálogo de la autora —y de su intérprete—consigo universaliza el mensaje, le habla a plena cara a sus compañeras de género, a su pasado, a su conciencia, y a la civilización tour court.

Una fuente de agua a foro, todavía silenciosa; fanales con sus respectivas velas sobre balanzas, el cuadro dislocado de una familia en la cual los niños tienen el semblante de los adultos y éstos, el de los niños. ¿Filosofía new age de bolsillo e impronta freudiana? Ni ahí. Apenas comenzamos. Hallazgos escenográficos: cilindros de los que salen afeites, un chupete, como una cómoda incómoda de dormitorio llena de enigmas. Cámara negra, un taburete de pintor, la imagen de Sigmund, la pintura que se da vuelta y ahora, sí, parece correcta. Ángeles tiene una paleta de colores, pero empuña no un pincel sino el pompón de polvo facial. Descalza, o sea, desnuda para caminar. Un corazón rojo de peluche será el dispositivo mágico que habla junto a ella, la simboliza, la profundiza.

Madre, amantes, matrimonio, el hijo, la separación, la realización o su falta, los ejemplares de mujer que se quiso o se quiere ser y no ser. ¿Previsible? Sí, en efecto. Pero el teatro no se hace solamente de conflicto inesperado. O se desarrolla una intriga o se indaga hacia dentro de lo conocido, de modo, entonces, nuevo. Del espíritu femenino siempre se cree haber dicho todo y sin embargo ahí andan Nora y Ángeles, Norángeles, partiendo otra vez de la línea de largada. El plan no radica en es distinto porque lo digo yo, sino lo que yo digo es distinto. Puede reprochársele cierto exceso de extensión, no muy notorio gracias a la agilidad, dominio de la escena física y manejo de la voz y la figura. También, el mensajismo final bajo la advocación de esa fuente que ahora dimana agua cristalina y sonora. Puntos de vista. En cualquier caso, las autoras son tozudamente fieles a su propuesta, quieren, y logran, lo abarcativo, no se callan ni se quedan con nada. La gestualidad, el humor verbal y mímico, las técnicas del desplazamiento, el cruce de fronteras y la interactuación con la gente presente, agigantan el texto, colocan lo evidente o trillado del tema en un plano secundario. Tómelo o déjelo.

Exorcismo, palabra bien elegida. Una mujer se saca el diablo de encima, o mejor, de adentro. ¿Cómo? Aprende a convivirlo, a domesticarlo. Pero debe hacerlo sola o no valdrá la pena. Y ahí viene la epifanía, la iluminación, el espectáculo de autoconocerse. Y, acá abajo, en el auditorio, el re-conocer a una dramaturga maravillosa, que encontró en Mar del Plata a la actriz que se merece.



Gabriel Cabrejas