miércoles, 27 de diciembre de 2017

Tiempo Mutante

eludo lo que atañe, tangencial
gambeteo esa emulsión promiscua

arrugas en los hechos
nada es tan veraz como simula

cruje el animal invicto
lejos de la espesura dogmática

pletórico de incógnitas que vacían
me doy por reciclado

sucesión de partículas aliadas
que se alimentan de Tiempo

estrategia de las almas
para transcurrir inédito

allí, por las caries del asfalto.


Victor Marcelo Clementi


martes, 26 de diciembre de 2017

Pequeño saltamontes

disimula tu violencia, pequeño farsante
pequeño alacrán de las alturas
orinando fuego,
disimula tu ostracismo, pequeño malcriado
por brujos que confundieron tu asombro
con dosis de ayahuasca,
disimula tu trance, pequeño ególatra
seducido por los mitos de un chamán
egresado del ex CENARESO,
pequeño buda aburguesado, disimula tu sabiduría
el final del túnel siempre desemboca en uno
con ropaje alienígena,
de especie en espacios, pequeño narcicista
reflejo de un charco sucio hacia la cloaca
de líbido mutante,
disimula tu garrote, psicólogo violento
deja de salpicar las mentes
con baratijas pseudo ancestrales,
disimula tu homilía, monseñor proxeneta
los feligreses son el ganado de un dios
traficante de almas,
que Penélope yire por el Metro
fumándose una verga en un baño inpúdico,
disimula tu Magnum, pequeño narco
que dona a las capillas un diezmo del maneje,
pequeño Hombre Araña que saquea shoppings
y luego tranza pepas en la aldea pitufa,
disimúlate detrás de otras máscaras
que al maquillaje lo derrite el sudor de la mentira,
olvida tu yoismo, sos pura consecuencia
tan intrascendente que duele pensarte,
confúndete con la basura de las calles
y quizás, sólo quizás serás amnesia.


Victor Clementi

miércoles, 20 de diciembre de 2017

No me siento argentino 2

"existen piqueteros del espíritu que no dejan fluir lo bello,
 tampoco el hambre lo permite"

Nacer "feo" no te da derecho a echarle ácido sulfúrico en la cara de un "lindo"; ni nacer "lindo" da derecho a despreciar al "feo" (recurro a dichas categorías para ser más explícito en la metáfora, de ninguna forma la intención es evaluarlas) En todo caso la naturaleza sería responsable de la crueldad, y no este huérfano de sabiduría.
Condenamos al bully por inhumano, por trasgresor, y no condenamos al que destruye vidrieras e incendia coches con el mismo énfasis, sólo por sentirse o ser minoría con respecto a. Eso también es represión: represión a la democracia. De la misma manera que discriminar y/o aprovecharse de los desprotegidos desde la ventaja social (en cualquiera de sus formas es poder) también es reprimir.
Todos o casi todos en algún sentido estamos fuera del reparto grosso, a pesar de nuestras apetencias y fantasías, a veces desproporcionadas. Porque no existe nada tan arbitrario como el criterio (a veces autista) del "merecimiento"
Volviendo al caos original: Abolir la discriminación también es discriminar.
Cualquier intento de eliminar a un opuesto comete lo mismo que condena. Son las paradojas inevitables de la razón.
Tal vez la prudencia, la mesura, sea lo más cercano a la estabilidad racional y emotiva, para evitar la violencia que promueve y exalta el absolutismo; el cual no acepta que no existe La Razón Única, sino que conviven razones, perspectivas, hasta realidades paralelas, y no decretos exclusivos de una mente dictatorial.

    "Ser feliz es muy sencillo, lo difícil es ser sencillo"   ZEN


Victor Clementi


viernes, 15 de diciembre de 2017

La ceja de Mr. Spoke

acaso la existencia suceda transfusión
y los recuerdos insistan desfilar
donde acaecerme paria

quizás el estadio humano que transito
obligue a desmalezar incógnitas
para no culpar las conjeturas del anonimato

hay tanto Cielo sin resolver...

tal vez sea la obra de otro intelecto
que reverbera ciego
por las comisuras del espacio

apenas un mendigo de ocasiones
siempre beduino, perdido en los andenes
dejo pasar veredas para soñar otros mundos

hay tanto que aprender de esta Tierra
para luego trepar hacia los Gigantes
que moran las alturas
el Olimpo y la habichuela de Jack

Fascinante....

Victor Marcelo Clementi


miércoles, 13 de diciembre de 2017

No me siento Argentino (Opinión)

Afortunadamente soy un desclasado por propia decisión, un autoexcluído de los horóscopos sociales.
No deseo pertenecer a ninguna oleada clasista y combativa, si hay algo que combatir es la violencia que evoluciona y corroe el espíritu.
No quiero cabalgar las siluetas de pancartas para ahogarme en un río mitómano .
No quiero pertenecer ni ser poseído por el odio.
No quiero ser un teórico del absolutismo que sacraliza la pobreza, ni expiar la culpa pequeño burguesa con alguna secreción teórica, típica de intelectuales barrocos.
Desconfío de tanta sumisión al populismo que exacerba al Estado, paso previo a la concepción fascista: un Estado todopoderoso que elimina la libertad individual y uniforma el pensamiento, donde las ideas opositoras son perseguidas y eliminadas.
No creo más en la euforia golpista de vanguardias obsoletas, típicas del mesianismo.
No quiero insultar al mundo porque no lo alcanzo, ni ser una víctima de mi propio resentimiento. (la memoria mal resuelta genera resentidos)
Sospechas, secretos, mentiras...
Íconos cuyo único mérito fue haber muerto de tanta barbarie conspiranoica.
Hoy la antinomia no es Civilización o barbarie, la sociedad argentina es la barbarie misma; desde el hambre  militarizada por la izquierda milagrera hasta la ostentación y la mentira política que desmerece la dignidad humana.
Por eso escapo del mundo nuestro de cada argentina.

PD: perdón por ser auténtico, nuestra cultura acepta mejor la hipocrecía.
Prefiero inmolarme en búsqueda de la sensatez.

Victor Clementi




martes, 12 de diciembre de 2017

Teatro de un renegado, volumen 2017

Siete crónicas secretas, de Luis Caro, en 4 Elementos La intensa simplicidad El espectáculo es sencillo. Y en eso radica su humilde grandeza, el acto de convertir en cotidianas las experiencias extraordinarias, de las increíbles a las reales, y de las rememoradas a las fantásticas. Esto es Latinoamérica y no le pidamos razonabilidad cartesiana, sino épica de los sentimientos, lo inconcebible detrás de la puerta narrado con dramática naturalidad. Y al revés, lo adoptado de la realidad como si fuera un retazo de mitología. Luis Caro es demasiado conocido para derramar elogios o rebobinar su historia. Sin embargo, su obra es indisociable de su vida, o sea, esa larga secuencia de alegrías y penurias de un hombre cuyo devenir se torció a rumbos que no esperaba: tal el argumento de sus canciones, la explicación de su plantarse de un modo en el presente, y ahora, la carne y la sangre de una puesta en escena difícil de clasificar. Imprevisible como lo fue su andar a través de América Latina una vez que otros decidieron por él —la última dictadura, sin ir más cerca—, Siete crónicas secretas respira el aliento de ese pasado de artista exiliado y comprometido siempre; enlazar recuerdos narrados a relatos de otros, y quien no mira el programa podría adjudicárselos todos a él, no hace sino emparentar su espíritu a los poetas del subcontinente, apropiados en un acto de magia interpretativa. Una trova mudéjar del siglo VIII empieza y descoloca. ¿Qué esperamos? Hay un atril, un taburete, un perchero con espejo, una mesa y una silla. La guitarra acaba de desenfundarse. Reduce a tres páginas imprescindibles La mamá de Ernesto, de Abelardo Castillo. Caro simplemente lee los renglones sentado a la mesa. Después canta Luz de luna, de Álvaro Carrillo, y cuenta El alcalde, un recuerdo de Lima, de cuando había toque de queda allí y aquí desaparecían sus amigos. Debo aclarar, Siete crónicas se enriquece si uno ha leído Morales Moralitos, su álbum de hechos y personajes (2012), del cual surge El alcalde. Aunque es el único extractado de allí y dramatizado, Caro se abre como un artista integral a quien, para conocerlo, es mejor apelar al intertexto escrito y volver al unipersonal en presencia. Todos se nutren mutuamente en un loop narrativo-visual, y termina de redondearlo la alternancia de los temas musicales, que, también, se adecuan y ensamblan tan bien al conjunto que parecen todos suyos. Difícil de clasificar significa que, en un unipersonal, un actor suele hablar de sí mismo utilizando a personajes ajenos a él. Caro prefiere el reverso, hablar de personajes inolvidables a través de él. Las manos hechas títeres, sobre El propietario de Roberto Espina, es un homenaje a las marionetas para adultos de Matías Rodríguez, compañero de aventuras, y otra vuelta de tuerca de recursos mínimos. En un espacio al ras del suelo, el actor está a sus anchas: se perdería todo efecto en un lugar más amplio que el auditorio superior de Cuatro Elementos. Se despliega además su capacidad de adaptador, y ahí van, como nacidos para su guitarra, García Lorca, Chabuca, Blades. Cada canción un puerto en su vida, una ilustración de lo anterior o lo venidero, o ambas cosas. De la crónica pura es el descubrimiento de la biografía del ladrón François Chiappe, asaltabancos francés que sufrió la tortura argentina y murió plácidamente en las sierras de La Falda. El gallo de oro, de Juan Rulfo, sintetizado a su expresión más cruda, y El tío Juan de Gelman y su pájaro inmortal, un canto a la libertad vestido de cuento infantil, cierran la obra, y aún falta el estribillo, no puedo mirar para otro lado, los párrafos de su disco de los 90, Living in the 5th world, cuando unos pocos, entre ellos él, descreíamos del primer mundo en el que, nos dijeron, habíamos entrado. Paola Belfiore orientó a Luis Caro sobre el escenario, pero no necesitó mucho. Nuestro cantautor, en los 70 apodado Gardelín en los alrededores de la JotaPé, ya conocía el tablado de la mano de Gregorio Nachman. Escribir le sale tan arduamente fácil como cantar: el relato Vittorio, de Morales, es quizás el mejor cuento marplatense de todos los tiempos. Caro demuestra cuánto una vida intensamente vivida (sufrida, gozada, perdida y reencontrada), bajo la mirada de una inteligencia lúcida y una formación múltiple, puede fructificar en el unipersonal perfecto. Una guitarra, un hombre, historias propias y apropiadas, una escena desnuda y la voz. De estos milagros hay pocos en el teatro. Sólo queda ir a verlo. Gabriel Cabrejas Diciembre 2017

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Juego

Voy a deambular la Noche
la noche en mí,
voy a convocar espíritus
esos aliados nómades
que migran a mis cielos

busco mi propio infinito
advertir los ciclos espirituales de la materia
que gotean formas

formas disidentes
vínculo que supura mística seductora

luego del concierto de la carne
voy a desarmar la vida para que juguemos.

Victor Clementi




Parcialmente muerto (Humor)

La Sala donde me velaron estaba repleta, lo advertí, a pesar de mis ojos cerrados, por el murmullo ambiente. Todos se acercaban a despedirme, no por afecto, sino para verificar mi muerte. Y si hubo alguna lágrima no fue precisamente de tristeza. Yo quería reaccionar, insultarlos, apuñalarlos por hipócritas, pero no pude, estaba tieso, todito muerto. No hizo falta que dijeran algo, el silencio fue la sutil ironía. Hasta pude leer sus mentes, captar el placer que sentían al verme inmóvil. Basuras! Y yo que los suponía amigos. No se puede confiar en los intelectuales, lo aprendí de muerto. Son ´putas malabaristas. Creen en la reencarnación de las Ideas y en la necesidad de inmolarse por ellas. Aunque peor son los artistas, esa subespecie de ególatras y pederastas de la ingenuidad. La naturaleza es el verdadero arte. Platón tuvo razón en proponer una sociedad sin artistas, esos que distorsionan la pseudo realidad. Por eso me suicidé. Maldita culpa.

Victor Clementi