miércoles, 8 de agosto de 2012

Teatro de un renegado 2012

Exorcismo de mujer, de Fernández /Marset


Ángeles con espalda


La tan entrañable mendocina Nora Fernández, que conocimos como huésped del legendario Centro Cortázar en los 90 y desde entonces no perdió oportunidad de volver, pasó buena parte de su vida teatral perfeccionando, puede decirse, el mismo sujeto: ella misma, espejada infinitamente en personajes de su unipersonal Sur-realismo, un diamante multirrostro que pule y vuelve a engarzar cada vez con más exquisita y prolija sutileza, hasta diseñar un verdadero clásico del unipersonal femenino.

De tanto enseñar a través de la geografía del interior, supo agenciarse una alumna a su altura en nuestro balneario, Ángeles Marset, y mudó así de cuerpo sin cambiarse el alma. Exorcismo de mujer construye una continuidad y una superación, ahora instalado en el único personaje-mujer cuyas máscaras son las de una vida común en el contexto del mundo. “¿Qué pasaría si, sola, se animara a despedirse de sus mentiras?” La aventura confesional, iniciática y transformadora, no por analizada menos novedosa, de una biopsia arriesgada, donde el espacio escénico es el dominó temporal que, pieza a pieza, arma el concienzudo dibujo para voltearlo de un soplo.

Magdalena, de Mauro Molina, otra obra que se dio durante el verano del 2012, se preocupaba por el padecimiento de una casada en los 50 y los códigos obligatorios de esposa modelo que se le adjudicaba, abriendo en las heridas un respiradero de lo reprimido, la ira, la decepción, el conformismo. El diálogo de la autora —y de su intérprete—consigo universaliza el mensaje, le habla a plena cara a sus compañeras de género, a su pasado, a su conciencia, y a la civilización tour court.

Una fuente de agua a foro, todavía silenciosa; fanales con sus respectivas velas sobre balanzas, el cuadro dislocado de una familia en la cual los niños tienen el semblante de los adultos y éstos, el de los niños. ¿Filosofía new age de bolsillo e impronta freudiana? Ni ahí. Apenas comenzamos. Hallazgos escenográficos: cilindros de los que salen afeites, un chupete, como una cómoda incómoda de dormitorio llena de enigmas. Cámara negra, un taburete de pintor, la imagen de Sigmund, la pintura que se da vuelta y ahora, sí, parece correcta. Ángeles tiene una paleta de colores, pero empuña no un pincel sino el pompón de polvo facial. Descalza, o sea, desnuda para caminar. Un corazón rojo de peluche será el dispositivo mágico que habla junto a ella, la simboliza, la profundiza.

Madre, amantes, matrimonio, el hijo, la separación, la realización o su falta, los ejemplares de mujer que se quiso o se quiere ser y no ser. ¿Previsible? Sí, en efecto. Pero el teatro no se hace solamente de conflicto inesperado. O se desarrolla una intriga o se indaga hacia dentro de lo conocido, de modo, entonces, nuevo. Del espíritu femenino siempre se cree haber dicho todo y sin embargo ahí andan Nora y Ángeles, Norángeles, partiendo otra vez de la línea de largada. El plan no radica en es distinto porque lo digo yo, sino lo que yo digo es distinto. Puede reprochársele cierto exceso de extensión, no muy notorio gracias a la agilidad, dominio de la escena física y manejo de la voz y la figura. También, el mensajismo final bajo la advocación de esa fuente que ahora dimana agua cristalina y sonora. Puntos de vista. En cualquier caso, las autoras son tozudamente fieles a su propuesta, quieren, y logran, lo abarcativo, no se callan ni se quedan con nada. La gestualidad, el humor verbal y mímico, las técnicas del desplazamiento, el cruce de fronteras y la interactuación con la gente presente, agigantan el texto, colocan lo evidente o trillado del tema en un plano secundario. Tómelo o déjelo.

Exorcismo, palabra bien elegida. Una mujer se saca el diablo de encima, o mejor, de adentro. ¿Cómo? Aprende a convivirlo, a domesticarlo. Pero debe hacerlo sola o no valdrá la pena. Y ahí viene la epifanía, la iluminación, el espectáculo de autoconocerse. Y, acá abajo, en el auditorio, el re-conocer a una dramaturga maravillosa, que encontró en Mar del Plata a la actriz que se merece.



Gabriel Cabrejas

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