jueves, 11 de julio de 2013

Ejercicius




 Sé que cometo una terrible obviedad al repetir que el recuerdo es atemporal. Sin embargo no por obvio es menos cierto, a riesgo de redundar en acertijos.
Recordar interactúa en el ahora, a tal punto que la memoria puede manipularse hasta hacerla coincidir con nuestra necesidad actual. ¿Cuánta resistencia podría ofrecer la honestidad en tal forcejeo?
Pero más allá de la conveniencia a la que es sometida, el ser-ahora procede del pasado. O sea que la coincidencia es irrelevante, poco importa lo exhaustivos y honestos que seamos, sólo es un ejercicio de la nostalgia para retroalimentar sensaciones; reciclarlas, en tanto regresar al ciclo que nos define, en tanto constante.
Antes bien, la nostalgia puede asfixiarnos y empujar al subconciente a que modifique ciertos detalles conflictivos; lo que obedece al primer mandato de la vida: la supervivencia.
No obstante el recuerdo sufre procesos alquímicos a lo largo de la existencia. Una chiquilinada puede festejarse bajo ciertos estadios, luego la perspectiva redefine los términos del heroísmo.
La niñez es una fase atestada de fantasía a la que solemos recurrir en épocas de angustia.
La inocencia es una recreo entre tanto realismo.
Y cuando la soledad acaece invocamos a los magos del recuerdo, para bucear y beber sensaciones limpias. Nos ahogamos en ellas, hasta vomitar el agua del pasado y renacer en otra ilusión, aunque con distinta piel.
Ahora mi piel no es aquella que sangraba al caer de la bici.
Ahora mi piel no es la misma que atraía felinas para devorarme.
Soy la copia de otra copia que se replica hasta descomponerse en gránulos de olvido.
Pronto seré un montón de papeles, un suceso que descansará en la memoria del universo, cuando ya nadie exista.
Entonces el recuerdo será una metáfora.
Como siempre.

Vicius Clem

No hay comentarios.: