sábado, 29 de marzo de 2014

Los Oscars onda 2013 II


Los Oscars onda 2013 (II nota)

La corrección política. Era hora de que un director negro (con nombre de star rubio), Steve McQueen, filmara una historia vinculada a su propio pasado esclavo, en vez de emprenderla un compasivo, identificado blanco bienpensante. McQueen, aclaremos, no es Spike Lee, que descree de la integración, ni Antoine Fuqua, mulato y habilidoso para la acción sin detalle racial. 12 años de esclavitud (Twelve years a slave), otro producto basado en una true story, retoma el texto de un autobiógrafo, Solomon Northup, y su lucha por recuperar la libertad en 1841, lejos de la sanguinaria Guerra de Secesión que, les gusta creer a los americanos (blancos), se libró en su nombre.
  Como Solomon efectivamente retornó a ser liberto, su biopic se distancia de la hiperrealista denuncia histórica de Raíces, la miniserie fechada en 1977, años todavía progres en los USA de Jimmy Carter, que no temía narrar la infructuosa batalla de generaciones de esclavos, vista sin concesiones por un novelista negro, Alex Haley. Se sabe: Hollywood se conmueve hasta el llanto con las edificantes contorsiones de un ayer superado, de nuevo apologiza al apóstol individualista en busca de su independencia y, catártico, se enjuga las lágrimas y reparte Oscars, no importa si el film vale poco y nada. El dejá vu regurgitante que provoca en el espectador 12 años vuelve la estatuita a película de la temporada carente de justificación estética, y sin embargo se aplaudió ardorosamente; que el mejor director no fuese McQueen sino el latino Alfonso Cuarón (Gravedad) y el guionista Spike Jonze (Ella) demuestra a la larga la falta de convicción de los votantes, el hecho de que nadie colmó expectativas.
  Solomon (Chiwetel Elfojor), víctima de una trampa tendida por traficantes, cae preso de una red que devuelve supuestos prófugos a las medievales plantaciones del Sur, no tiene papeles consigo demostrativos de su condición de hombre libre y pasará los doce años del título boyando de amo en amo, apaleado y cruzado a latigazos, oscilante entre ayudar a sus congéneres de desgracia o sobrevivir a solas. Normal en estos casos, los blancos dueños de algodonales son invariablemente crueles y mesiánicos, convencidos de su superioridad antropológica y lectores obsesivos de la Biblia. Paul Dano, capataz envidioso, y Michael Fassbender, que le toca otro nazi pero avant la lettre, ponen la cara y el cuerpo y meten miedo. Dijimos, reverberancia manifiesta: ya vimos al señor feudal tener de amante a una esclava, la rebelión de ella —Lupita Nyong´o ganó mejor actriz de reparto y se llora todo, pero olvidó su origen al agradecer el Oscar—, la tortura, los linchamientos de fugitivos. Ex machina, el bueno de Brad Pitt, que para algo es coproductor, viene del Norte y en los últimos cinco minutos, liberal e igualitario, se compromete a llevar la carta de Solomon a sus amigos de Washington y de paso salva el honor de su raza. Solomon escribe, lee y toca el violín, y su diferencia cualtitativa no interesa en el medio ambiente, donde el color de la piel manda y somete. Sin otro particular, estrújese el pañuelo, difúndase y archívese. Un telefilme de HBO les habría ahorrado dinero y no habría que ir al cine.

Gabriel Cabrejas

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