viernes, 24 de febrero de 2017

Adicto a los puntos suspensivos...



La profe del taller literario subrayó un escrito mío con un resaltador, estaba repleto de puntos suspensivos. Eso fue la gota que rebalsó el vaso. Eran 28 reincidencias en un relato de solo una hoja. Excedía la escala de Ritcher de la adicción.
El adicto es el último en reconocerlo. No reconoce su adicción hasta que es tarde. Luego de eso empecé a fijarme mejor, resúmenes, e-mails, cartas, todo de esos días estaba escrito con cantidad de puntos suspensivos. Hasta creí recordar que una vez habiéndome puesto presente en un curso que concurría escribí “P...” lo que seguramente fue malinterpretado luego por quién lo leyó.
Debí concurrir a un centro especializado en adicciones, dedicados a las que eran de lenguaje. Allí una mina muy sonriente me dio la bienvenida. Vi alguna gente que entraba y ocupaba los salones de la casona. Dimos una breve recorrida en donde me mostró salones donde la gente hablaba y se trataba en grupos.
Hay casos graves y leves. Allá están los adictos al vocabulario: los que dicen “de que” en todo momento, los que se comen las eses, que no son tan graves como los que se comen las heces con hache y con jota  jaja noté que dijo este pésimo chiste para levantarme el ánimo y hacerme entrar en confianza.
Llegamos a un salón donde me explicó que estaban los adictos de escritura. Lo nuestro no era oral sino un problema escrito.
Una vieja me contó que los de los puntos suspensivos se recuperan, siempre hay alguna recaída aclaró, pero no es grave. O bien derivan hacia adicciones menores como el punto y seguido.
Había adictos PS (como yo), otros PyC, PyA, PyS, C, PyC, etc. Todos traían sus escritos bien en su propia letra o a máquina o hechos en computadora. Noté que un cartel en el pizarrón decía “El [F7] del Word no es la solución, es sólo un paliativo.” Uno que era incapaz de poner un acento protestaba ya que en inglés o en francés no hay acentos y el venía a nacer bajo el cruel castellano que los traía.
Había casos patéticos de gente que escribía con horribles faltas de ortografía, inadaptados sociales sí, pero cada vez más tolerados por la sociedad moderna. La sociedad se ha vuelto o más tolerante o más bruta.
He notado que en los chats de Internet pululan adictos a las faltas. Son legión. Casi no hay otro tipo de gente.
Me explicaron que los que tardan más en reconocerlo son los médicos. No solo por orgullo y rechazo natural a considerarse el paciente, sino también porque casi nadie entiende lo que escriben.
Recordé que una vez me atendió un médico clínico para unos análisis y un certificado. Luego oí su apellido en el caso Monzón. La jueza le recriminó que en el escrito que analizaban no se entendía la letra. Fui al certificado, era el mismo facultativo. Y me costó no sólo reconocer la palabra, ni siquiera pude reconocer ninguna letra. Uno aprende a reconocer a los adictos en un grupo así.
Un hombre entrado en carnes y en años me dijo:
Los puntos suspensivos son superables y mirando hacia adelante con la vista perdida agregó—, en cambio el punto y coma es un viaje de ida dijo y adiviné en seguida que él era un aquejado por esa dolencia.

Y ese fue mi primer encuentro con el grupo de adictos... Sé que será difícil... Creo que lo estoy superando...


Sergi Puyol i Rigoll
...tercer milenio AEC

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