A veces nuestro viejos, nuestro entorno, convence que somos especiales, únicos, exclusivos. Miman demasiado, y eso daña.
Luego la realidad, bien de sopetón, nos pega un puntazo. Cruel manera de enseñar que somos uno más, casi despreciables.
Entonces confundidos caemos a la decepción, antesala al dolor.
Ya no soy el centro del Universo, Galileo tenía razón...
En ciertos casos, mutamos en algo que no previeron nuestros cultores. Poeta, por ejemplo, coleccionista de palabras y alguna que otra idea.
¨Tanto ingenio para escribir boludeces, y encima tristes...Pensar que de chiquito quería ser doctor, cómo me cuidaba...Las malas juntas, la maldita marihuana...¨
¨Mamá, estoy bien...Los dos hablamos con fantasmas. Deberíamos perdonarnos. Que la memoria no haga caer en el resentimiento...Hay que aprender a morir. Vivir es fácil, los inocentes viven...
Ya soy gajo, dejé de ser promesa...Convencete vieja...¨
Te pido perdón por lo que no fuí.
Victor Marcelo Clementi
domingo, 17 de octubre de 2010
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1 comentario:
Hola, Vic, amigo!
Primero, queremos agradecerte por enviarnos este texto por mail. Segundo, avisarte que, sin permiso, lo publicamos en la revista.
Siempre estamos cerca. Besos
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