miércoles, 8 de junio de 2011

Las curvas del alma

De pronto el hombre estuvo envuelto en un traje de astronauta, sobre paisajes inimaginables, bajo un firmamento espectral y junto a una nave. ¿Qué hacía allí?
Miro hacia los lados: una compuerta de acceso. Trepó hasta alcanzarla. Una vez dentro, instintivamente la cerró, como regresar al útero. Los comandos cubrían casi todo el interior. Debería ser una amnesia repentina, consoló. Sucedieron idénticos minutos.
Revisó los víveres, hizo un cálculo de supervivencia: apenas 15 días. Hasta la memoria debería racionar. ¿Quién era él? Un sueño, eso era, e iba a despertar, seguro. Tal creencia logró relajarlo. Y durmió...
Al despertar, la nave ya no estaba, ni el planeta, ni su traje espacial. Sólo hacía círculos en el vacío, erraba en consonancia con su desmemoria. El cosmos no es tan helado, pensó, estoy desnudo. Esta nueva presunción despertó una entidad devoradora.
Al advertirla, el pánico lo enterró en un sueño.
-Fue una pesadilla- dijo el contramaestre mientras le quitaba las gasas ensangrentadas por las esquirlas- Vencimos a esos malditos colonialistas. Lástima que murieran también los otros esclavos al incendiarse la bodega.
Aliviado, quizás, ya no despertó. Ya no importaba que el océano lamiera su cuerpo, por un momento conoció la libertad.

Victor Marcelo Clementi
2009

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