sábado, 26 de enero de 2013

Teatro de un renegado 2013

La herencia maldita o la Balsa de los caníbales, de Boal/Molina Una herencia bendecidísima (Think different…) Cuando falleció un par de años atras, el brasileño Augusto Boal seguramente sabía que dejaba una herencia bendita. Padre del Teatro del Oprimido, revolucionario en más de un sentido, hechicero de una praxis sociodramática que formó a generaciones —inclusión hecha de varios teatristas marplatenses—acercaba tanto la escena al pueblo que casi se confundía con él, quebrando las paredes invisibles, engendrando una gramática lúdica del cuerpo y los sentidos. Grotowski y Barba tenían al fin un cumpa latinoamericano que agiornaba la revulsiva estética de los 60 al subcontinente mestizo, eso sí, politizado, las manos a la obra en medio de las balas. El elenco autogestionario de Mauro Molina cumple en esta historia una funcionalidad irónica al adaptar obra y título, en cuanto La herencia maldita termina por ser la mejor invocación de su nombre, un testimonio vivo de la continuidad de Boal en el tiempo. Durante el verano 2012, mis colegas jueces del IV Festival Provincial (citémoslos, Pablo Mascareño y Beatriz Sánchez Distasio) me juraron que, si había una pieza superior a todas, o casi, era ésta, ya inaugurada en la Alianza Francesa. Lógico, no podía competir, como producto porteño, pero fuera de concurso constituía la prueba incontrovertible de las altas cotas del independentismo no comercial, ése que no sube al podio de las recaudaciones ni los premios mediáticos. Mauro MolinaBoceto de teatro I, Esa que no eres, El rey se muere, Muñecas rotas, Magdalena y aínda máis—concibió y desarrolló a un grupo compacto, plástico y capaz de navegar todas las aguas. En el presente caso, teatro del Opresor, no desde lo conservador o dominante sino porque se ríe, horrorosamente, de los ricos y sus amorales trifulcas, bien que en debacle, en pos de seguir parasitando la renta recibida y quedar bien lejos de los ínfimos oprimidos. La familia disfuncional, tan socorrida en el teatro de Buenos Aires. Maria Viau (Esmeraldina, la madre), Valeria Tercia (María Luisa, la hija soltera), Andrea Guerrieri (María Pía, viuda italiana de otro integrante del clan), Matías Stella (Luis Octavio, hijo universitario sin diploma posible) y Yannick du Plessis (Luis Eugenio, bon vivant deportista y ganador de apuestas), se reúnen en el living familiar, amenazadoramente adornado con la testuz de un ciervo disecado y hasta la osamenta ósea de un caballo sin rastro de pelambre ni piel. Podría encasillar una farsa posmo, sobre la rapacidad desmadrada de unos descendientes opulentos que antes de sentarse se enteran de que el pater difunto no dejó un cobre, pero es sólo el comienzo. Los actores ya están encimados sobre un sofá mientras nos acomodamos en las butacas, y llevan puestas remeras negras con logos identificables: Just Do It, Destapá la felicidad, Porque vos lo valés, Me encanta, Think different… Cuidado, gente: de lo que se habla es de ustedes, en proyección latencial. Molina señala a la sociedad de consumo y sus látigos triunfalistas, individualistas a ultranza, competitivos, materiales. El team se saca sendas remeras y ahí, entonces, arranca la disputa por la herencia. El público ríe, se escucha alguna carcajada; en realidad, Mauro y sus intérpretes se deslizan muy sutiles encima de una navaja. El grotesco manda, y lo que nos descostilla debiera, en simultáneo, provocarnos estremecimiento y repulsa absolutas. Como Boal, no se conforman alrededor de la risa: asustan de puro cínicos y naturalmente canallas. Después de la pésima noticia de que el papi dispendioso y borrachín no dejó nada, la salida es estimular nada menos que el suicidio de Luis Eugenio, que él mismo tiene planificado, para repartirse un botín logrado por él mediante el juego. “Aquí nadie se casa, acordamos, así no se discute la herencia”, apostrofa Tercia-María Luisa); el hermano muerto rompió el reglamento al desposar a María Pía, inverosímil ex monja de portaligas y mentirosos escrúpulos católicos que farfulla en italiano; dice heredar un castelo, sólo que tampoco tiene un euro. El resto, la cadena de hipocresías revestidas de lamento hacia el hermano ganancioso, al cual, sin embargo, arden por empujar sin piedad alguna al suicidio. “Bueno, el desaparecido no está ni vivo ni muerto, no reclama”, sentencia Luisa, como si hablara de otra cosa. En off, ráfagas de metralleta y corchazos anuncian la entrada de cada personaje, suena en los apagones, interrumpe. Definitivamente, además, hablamos de muchas cosas. Pudo embeberse de puesta tradicional, pero Molina siempre fue teatralista, rebelde. Un largo velo-cortina parece cerrarle el paso a la audiencia, y subraya la bruma ética general de los litigantes. Los actores, de vez en cuando, hablan a la platea, quebrantan la convención, sugieren que nadie, en circunstancias semejantes, se pondría demasiado lejos de la situación. Tan aceitado se percibe el mecanismo de actuación que todos allá arriba, ninguno quieto jamás, pespuntean una histeria perfecta, bestial y magnífica. Haberlos visto en roles disímiles —Tercia y Viau, actrices respectivas de Magdalena y Muñecas rotas—exalta la sapiencia de Molina como director y el peso específico de una materia prima pasible de encajar en cualquier sayo. Tal vez el exceso de gritos o de acción maculan un poco el esquema, aunque la suma total no llega a desmerecer en nada el resultado. Sí, mis compañeros del 2012 no se equivocaban. Un texto más rico que la herencia incobrable, un adaptador y conductor experto y la compañía entera ya acostumbrada a los desafíos, hacen de esta balsa alada un artefacto que habrá de nadar mucho, para vindicta de una temporada breve y difícil. Fácil para ellos: el espectador existe, qué joder, y pide buen teatro, y Molina & Co se los entrega, sin apellidos de la tele ni tickets exorbitantes. Gabriel Cabrejas

1 comentario:

Graciela María dijo...

Me gustó el comentario. No he visto la obra y el autor logra que uno ocupe una butaca desde la sordina.
"El grotesco manda, y lo que nos descostilla debiera, en simultáneo, provocarnos estremecimiento y repulsa absolutas."....Felicitacones.