martes, 10 de abril de 2012

Teatro de un renegado 2012 recargado

Línea de Tres de Marcelo Marán, diez años después
La Historia de Siempre


“Cuando la hice, jamás pensé que volvería a darse”, confesó Marcelo Marán después de aceptar el reciclaje de Línea de tres (2001) por la dupla directriz Viviana Ruiz/Marcos Moyano. Claro, su tema es el fantasma del desempleo, cuando arañaba el 20% de la PEA (población económicamente activa) y se había instalado, para el imaginario colectivo, como un problema casi insoluble. ¿Anacrónica, dirás? Tal vez: hoy se publicita a bombos y platillos, pífanos y panderetas un drástico 6% y parece cosa del absoluto y enterrado ayer, aunque —cuidado— el 2012 es un año de grietas mundiales que asoman en cualquier horizonte, hasta el menos pensado. La euforia siempre reniega de las malarias de la memoria, pero la memoria misma es malaria. Viene bien el recuerdo del futuro, que en estas pampas suele estar a la vuelta de la esquina.
Lo primero que llama la atención es una puesta deslumbrante que bien podría pintar de universal-capitalista sin desmedro alguno. Cajas y más cajas, todas convenientemente rotuladas, asfixiantes, ocupándolo todo. El almacén de un supermercado y el super itself. Tres chicas de riguroso delantal azul y escobillón bailan al unísono, alegrísimas, cada cual en su pila. No extraña que el bebé salga de un enorme cartón que dice gabinete acústico: la objetualización de la vida, o como diría un marxista clásico, la perfecta cosificación. Obviamente no hay bebé sino discurso. Peor aún, sendas obreras salen, a su turno, después de los interregnos de baile a coro que discontinúan los cuadros, de cajas tamaño humano… O más o menos, porque han estado dentro, arrebujadas, hechas un ovillo, esperando a contar su biografía laboral al parecer autosuficiente. María (Laura Gómez Ríos), feliz de ser piquetera erótica, amada por un militante “feo como un pie” y al frente de la protesta; Judith (Guillermina Villarreal) y sus innúmeros diplomitas multidisciplina, preparada a toda eventualidad, y Edith (Magalí Villarreal), vendedora plurifunción en la cancha y calentando a la hinchada. Enseguida, a mover las cajas. El trío tan mentado empuja y apila en la trastienda. Genial, un hallazgo, consiguieron cajas de distinto tamaño de mayonesa Natura, vaya símbolo. Todo ok, y se viene el Tute Cabrero, por así decirle. Es que corre el rumor de la reducción de personal, o, si ustedes quieren, la racionalización administrativa, a reestructurar en vez de a desalambrar. Las hacendosas e independientes chicas empiezan a tacharse como en un ta-te-ti, a excluirse mutuamente, a pelearse, a acusarse.
Línea de Tres, precisamente, tiene sus principales fallas en la estructura. Festiva para crear el distanciamiento al principio, paranoica acertadamente en el medio, y de barricada al final, no termina de cuajar en un rumbo convincente. Una lástima, porque venían estupendas las psicologías insinuadas, y daban espacio al dinamismo actoral. De pronto, se ancla en el pasado real, la represión policíaca, el tiro a quemarropa, y la diatriba, también a coro entre las tres, contra el gatillo fácil. Una a favor y es grandiosa: la sólida conducción de las actrices, vibrantes y apasionadas en sus roles, el discurso con derramamiento de polenta, la raya de alcohol que se incendia en el escenario.
No sabemos en qué instante se distrajo un autor tan soberbio como Marán. Puede decirse que se trata de su obra más pesimista y de circunstancia, de la cual no aborreció, pero sintió brotarle de las entrañas a la manera de un alarido irresistible, más un bosquejo, un ensayo, que una pieza lograda. Sin embargo —cuidado, de nuevo—las obras empiezan desde el programa, y Ruiz/Moyano, al fin y al cabo artistas comprometidos y sin filiación partidaria pero sí ideológica, trazan allí una dedicatoria a Mariano Ferreyra, asesinado no hace diez años sino hace meses. Nada, pues, queda tan lejos. Y muy cerca, carpiendo nuestras narices, la inmensa calidad, esta sí de siempre, de las intérpretes del Séptimo, y la sapiencia inagotada de sus directores que siguen moviéndose en cualquier género con insultante, insobornable, creatividad.

Gabriel Cabrejas

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