jueves, 7 de noviembre de 2013

Cine de un renegado 2013

Impresionismos. Hace tiempo que estas páginas no escriben sobre cine francés, poco o nada de él llega a nuestras costas y suele durar un soupir. Renoir de Gilles Bourdos, que arriba rezagado (2012) es el típico film d´art galo, bello de mirar por donde se lo mire, aunque no deja huella visible en la memoria. Bourdos y sus co-libretistas (Jérôme Tonnerre y Michel Spinosa) no asumen el biopic total de Auguste Renoir (el histórico actor Michel Bouquet) sino un breve lapso, cuando el provecto pintor, rico y retirado a su bucólico cottage de la Riviera, contrata a una nueva modelo joven (Christa Theret) y vuelve del frente en licencia su hijo Jean (Vincent Rottiers), no otro que el futuro cineasta. Allá lejos de la avifauna del Mediterráneo, se desenvuelve la sanguinaria Gran Guerra y al subteniente de caballería en convalescencia de un costurón ya le interesa el bisoño séptimo arte, que desagrada al padre, (“arte es lo que hace uno con sus manos”) y de paso caerá seducido bajo los voluptuosos encantos de Andrée, esa musa pelirroja que, le agradecemos, posa desnuda ante la paleta del anciano durante casi todo el film. La sabiduría científica del artista de Le moulin de la Gallette, sus agachadas e infidelidades pasadas, la hesitasión de Jean entre re-tornar a las trincheras o quedarse en el ocio culposo del burgués refugio paterno, y las ambiciones de estrella de la escultural Andrée, cubren las dos horas de Renoir. Que carece, penosamente, de dramaticidad. No hubiera aburrido menos si se le recortaba media hora, ni tenido un climax pasional si se la extendía otra media.

Se adivina el conflicto de Bourdos director y autor, que deja el lienzo a medio hacer. La fotografía (del taiwanés Ping Bing Lee) alude al grano y el salpicré de Renoir pintor, pero habrá que aguzar mucho el ojo para reconocer la pincelada plumosa, el sensual húmedo sobre húmedo de aquél en el paisaje retratado. Y definitivamente no nos imaginamos cómo el cineasta de La regla del juego y La gran ilusión, o sea, el sutil indagador de la dialéctica social y el antibelicista convencido, pudo creer, y crear, a partir de esta sesgada y tibia muestra de familia. Eso sí, la tal Christa está buenísima.  

Gabriel Cabrejas 
 lacocuzza@gmail.com

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