jueves, 5 de mayo de 2016

El cieguito de Areco



El Conrado se ayudaba con gestos mansos y medidos.
—Supo haber, en los pagos de Areco, un cieguito que se acercaba a los pingos y los acariciaba al costado. Los acariciaba y acariciaba, y después como en una visión mística alzaba su cara al cielo que no podía ver y sentenciaba grave
tordillo,
o alazán,
o zaino colorao,
bayo,
overo rosao... 

El Conrado dejó que esa pausa cubriera como telaraña de misterio el fogón donde se amontonaban un puñado de paisanos respetuosos con su historia. El Laureano Gauna cometiendo casi un sacrilegio, arrimó tímidamente una duda, con algo de culpa por romper el momento.
—Una priegunta amigazo ¿y, acertaba siempre?
El Conrado, dio el último sorbo al amargo y salió de su ensimismamiento y con otro tono respondió.
—Noooo, en su puta vida...

...embellecimiento literario sobre 
un chiste que contó Carlos Morteo

Sergi Puyol i Rigoll

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