En la esquina lumpen
guachean madrugadas.
El último pipazo del duende
roba monedas al barrio
donde les creció la muerte rápido.
No fueron elegidos por el hambre
quizás por el olvido de aceptarse
así
un sonido mágico que vaga y decae
Ellos fueron poseídos por la inercia
devoradora
adictos a la existencia inmediata
coquetean con el placer sin exorcismo
Haraganes bajo la ambiguedad del humo
remiendos de un cielo imposible,
lejos el primer barrilete del asombro
lo bello que enciende la mente.
Vittorio Marcelus
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