jueves, 29 de marzo de 2018

La Tarántula Inmolada

-Título atractivo- bostecé- mientras desde el sillón extendía mi brazo para quitar de la biblioteca un libro que jamás supe cómo llegó aquí.
A poco de comenzar la curiosidad hacia él, noté que las palabras de aquel Libro se borraban a medida que yo las leía. Páginas en blanco una vez asimilada la lectura.
Comprendí lo imprescindible de metabolizar cada letra, cada espacio. Era imperativo defender este desconocido propósito: Yo y sólo yo era el destinatario de la Historia.
Pero luego de cada episodio mágico sobreviene la lógica,quizás para equiparar el encantamiento,e inaugura la pregunta: ¿por qué y para qué yo ? Habiendo tantos lectores compulsivos...
También el lado chabacano propuso su disyuntiva: ¿las palabras digeridas producen excrementos?
La parte ecológica enseguida halló solución: convertir la suciedad en abono para cultivo de alimentos.
Pero el biólogo que nunca falta discrepó: habría que analizar las heces para cerciorarnos que no contengan bacterias que luego se trasladen a los alimentos que consumimos.
Y el filósofo aseveró, el místico dedujo que el acertijo era una misión, y así continuaron llegando seres hasta ocupar toda mi mente. Todos opinando y discrepando a la vez. El bullicio de Babel.
Entonces me fui, sin seres, sin alters, sin discusión, incompleto...
Ahora soy feliz, no me disiento, absorbo la energía que emana lo inmediato, sin desearla, porque escaparía.
¿para qué eternizar lo placentero si el Universo abunda?

Victor Marcelo Clementi Nasif




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