domingo, 22 de abril de 2018

Mi madre tenía razón (Humor)

Las frases que más recuerdo de mi madre cuando era pequeño, esas que repercuten lapidarias, no fueron precisamente "te quiero hijo" o "dame un beso", sino que sentenciaron: "No tenés verguenza, ni dignidad, ni sentido de la responsabilidad..." además de otros epítetos nocivos tales como: "este chico pone nervioso a un santo" o "no tiene perdón de dios" o "es la piel de Judas"
Años después no tuve más opción que aceptarlo: no tengo verguenza ni dignidad, por eso escribo.
Mi madre quizás haya sido ofensiva, profética, condicionante, no sé, pero algo de razón tuvo.
Ahora ando por la vida esquivando miradas acusatorias, juntando migajas de sabiduría para callar lo que debería gritar para no desenfundar otra disputa, y me atraganto en afonías. Miro la tele y grupos disidentes contra tropas represoras parecen emular batallas cavernícolas, mientras un trozo de satélite arde en la atmósfera. Y así me siento, en una especie de limbo entre una existencia depresiva y medicada por los totems de la psiquis versus una postura reactiva que adhiere a la violencia. Nunca confié en ser un activista del salvajismo, al contrario, me balanceo entre la utopía y la superstición.
Cada vez me vuelvo más hermético, más indiferente, más hermitaño, más críptico, quizás para adormilarme en una burbuja y escapar así de la toxicidad social. Como escribí alguna vez: "a todo lo anticipa la supervivencia". No deseo convertirme en una mascota del caleidoscopio ideológico. 
Soy la piel de Judas  porque Cristo firma autógrafos, pongo nervioso a los santos que roban la inocencia, no tengo perdón de dios, ni del Estado, ni del paternalismo, la tríada que somete a los crédulos e indefensos; "dios, patria hogar" aquella militancia fascista aún persevera.
No tengo perdón de dios, yo tampoco lo perdono, padre maldito que clonaste al Hombre para  servidumbre; todos los dioses comen a sus hijos, luego los escupen, todos los hijos asesinan a su padre para liberarse; está escrito en el gen del exterminio, somos nómades en la piel de la miseria.
Todo está escrito, todo redunda, las profecías de mi madre, hasta la insignificancia; es tan evidente que ocurre magia, casi nadie lo percibe, repito:  huye de la mirada breve.
El mundo se elabora con los ojos hasta que se consume en pesadillas. El mundo fue diseñado en malas noches de insonmio  que parieron sueños rotos.
Es posible que mi madre con sus dagas  haya puesto a consideración una serie de elementos que con el tiempo me lograrían inmunidad. Hicieron falta derrotas para consolidar el carácter.
Ahora aquellos epítetos son las flores más bonitas que tallaron el recuerdo. Magia de mutar la ofensa en algo bello.

Victor Marcelo Clementi Nasif



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