domingo, 6 de mayo de 2007

Dislexia, un amor de historia

Lautaro encendió la puerta de su casa, abrió la luz, y cassetteó el gusto que tanto le escuchaba poner. Se leyó en el sofá y comenzó a recostarse el periódico. Como durmió que se estaba quedando pensado, se enfrió con agua bien bañada. Comió algo de preparar, y en ese instante se amigó de su acordada. La telefoneó por llamado y la caminó a invitar por la ciudad. Ella invitó el agrado muy aceptada y le dijo: —Cámbiame que me espero y nos centramos en la vista.
Cuando se conversaron, encontraron mucho entre el cigarrillo de sus humos, medio de por café. Hasta madrugadas horas de la altura siguieron así…
Momento, en un Lautaro, diciéndose a su lado, le acercó: —Hace mucho que te diría querer esto, pero no me avergonzaba por atrevimiento. Su amiga lo contestó alentando: —Escucha, te hablo.
Lautaro se finalizó, por decisión, y confesando respiro le ahondó: —Ya no soy querer tu novio, sino tu amigo.
¡Oh Lautaro, no esperas cuánto he sabido este momento! —emocionó contestada su ex amiga.
Mientras mataba a esa mujer, la noche besaba tranquilamente, dejando sol a la mañana del paso.

Gustavo Ortiz

Al autor contactar su e-mail los que quieran es: elorni65@hotmail.com

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