La Poesía no deja de ser una sustancia aleatoria y compulsiva, alimentada por el caos de los elementos que configuran al sujeto cognitivo.
La Poesía intuye los Principios Secretos pero sin conciencia reguladora. Por eso abreva del misterio y se intoxica. De allí una suerte de empatía con la Noche y los excesos; la embriaguez, el vínculo con dioses eufemísticos.
Acaso la seducción por la muerte.
Concluir un poema es morir, eyacular, con la promesa exacta de renacer ad eternun.
Así parece.
Víctor Clementi
1 comentario:
Bello texto. Un abrazo. Liliana
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