acudí a sonrisas tibias
para no desmayar dentro de mí
acudí a esa piel áurea
que alucina mi propia piel
y deshereda los claustros
que hasta aquí acobijan
acudí a besos que dejaron de existir
a las cenizas de mi mejor poema
sin embargo, esta cobertura insaciable
permanece
cerca
la ventana enferma del sol
ha disecado las horas
y una travesura del niño
que nunca fuí, espera
nuevas tentaciones para recordar
otra hoguera seduce a morir despacio.
Victor Marcelo Clementi
domingo, 31 de enero de 2010
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