San Pedro me escaneó de pe a pa y, encendiendo un paco dijo:
-¿Estás seguro que querés pasar?
-De posta loco, buena onda...
-Pasá, acordate que te lo advertí.
-Todo bien vago, dale mecha- y me mandé.
Como cada mañana San Pedro cerró el Pub del Olympo exactamente a las siete, un rato después que salga el sol, tanto vampiro indigente asusta. Pero a esa hora ya duermen en cajones de verdulería, en el sótano de una de las tantas fábricas abandonadas.
Aunque lo más preocupante son los licantros, te comen un pedazo de pierna y siguen como si nada, mientras vos desangrás.
Y la sangre corre por las veredas. Entonces las alimañas huelen y comienzan una orgía. Los monstruos copulan y copulan, la víctima desvanece.
Y las arpías descienden por los frizos crepusculares. Las brujas salen del burdel. Las momias desconectan las alarmas de los museos y escapan...
Todos los seres erróneos despiertan por la sangre.
Pero todo esto es ajeno a San Pedro.
San Pedro porta un áurea protectora a la cual ninguna bestia ataca.
San Pedro es un laburante íntegro: la yuga de patova. Él decide quien y quien:
-Con esa caripela bardo cantado. Vos no pasás, olivá ya..!
Y ahí se termina, al Santo todos lo respetan, lo temen, lo adulan. Pero Él no se la cree, ni ahí. Desde que el jefe piantó de vacaciones y no volvió más, todo lo maneja el tipo. Un capo.
2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario