Distintas culturas en el Tiempo quemaron a sus muertos. Desde fogatas rituales hasta el entierro de dichas cenizas en vasijas -cultura de las urnas- característica de tribus nómades, para no cargar con un incómodo equipaje.
Sin embargo el correlato actual es otro.
Sin soslayar el epílogo místico de los deudos, donde consagran las cenizas al viento y al mar en otra irrelevante ceremonia poética; debo catalogar tal acción (cremar) al menos de antiecológica, a pesar de la intención unicista que propone.
Cremar interrumpe el ciclo natural: sin cadáver pudriéndose en nutrientes no alimentaría gusanos, no fomentaría la reproducción de microorganismos, no fertilizaría al humus; en definitiva, no crearía.
Todo cadáver es alimento. Somos partículas de algo mucho más inmenso e incognoscible.
Ya escuché esa tenue defensa a las cenizas explicando que mineralizan el suelo y bla bla bla.
Ahora ¿ cuánto de ese humo entorpece la atmósfera, contamina con dióxido de carbono y genera mayor entropía debido a los gases que libera en la combustión; además de la energía desperdiciada en la crema..?
Del polvo devenimos y a la tierra regresamos. Respetemos el hambre de la Pacha.
Marcel Clementí
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