FELICIDAD RESTRINGIDA (1999)
Holgazanea mi lápiz en el alero de un
garabato.
Llegan frases, disfraces
el único escaparate de la lluvia.
Recuerdo a la luna degollada de Tuñon
fingir enamorados en un poema.
Ahora sé que los agujeros del alma
no se revocan con proverbios
instantáneos.
Hemos peregrinado mucho la palabra
y sin embargo...
soy una estrategia más que
indispensable
para los gusanos.
Es poco advertible y hasta fastidioso
convencerme.
La borra conversa espejismos
con las siluetas discepoleanas que
inventa el humo,
hernias de su propio aliento.
Todo empuja a trasmutarme en un número
gris,
ni la humedad escapa a la burocracia.
Los semáforos empeñaron el color;
y allá, a lo sumo, un final benévolo.
Hasta los bares perdieron la
superstición;
forzados al embuste, misericordia y
dios de bastos.
Sensaciones de infancia que desatan
escondrijos
y muerden las arrugas del éter.
Quiero un jardín donde ver morir a mis
rosas
y alejarme de todo lo mutable,
sólo un trámite donde afincar mis
huesos;
soy en exceso susceptible a la
nostalgia.
Un pedazo de mí de cada barrio se hará
fantasma
para espiar el último zaguán de las
vírgenes.
Un jardín donde las rosas me vean
morir.
SUFRO EL TEMOR DE OTRAS VIDAS (1998)
Urgido,
tal vez, por la respuesta
que nunca hallaré,
me reclamo ahora mismo
desde el olor espeso de la vida.
La luna caía penachos extravagantes
a los bosques cautivos por el sueño.
Entonces el verano criterioso
mudaba los olores.
Ahora creo en la ironía de los
fantasmas,
cuerpos que la noche derrama
en el azar del sexo.
Sólo deseo capturar el néctar de las
hespérides
y despertar en las parroquias
anticipadas del vino
con mi mendigo a cuestas.
Ahora sufro el temor de otras vidas,
y aunque padezca ilusión
el espejo ya no tiene piedad.
Victor Clementi
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