lunes, 24 de agosto de 2015

Zafari (Viejos Humores)



Zafari


                 Fumaba mucho, alrededor de tres atados al día. Un amigo me recomendó hacer el Curso para dejar el vicio. Y así lo hice; en apenas un mes y medio me recuperaron. Pero empecé a comer, más y más. Primero por la ansiedad en el vacío del faso; luego, por la gula redentora. Resultado: 25 kgs. arriba en la cotización. Un mamarracho. Otra vez mi amigo aconsejó que consultara con Gordos Homónimos. Tres meses después y bajo una dieta estrictamente budista quedé hecho una gacela. Mi ego recuperaba comarcas. Pero la biología no siempre coincide con la meditación. Es cierto que lo bueno dura poco. Adiós al plan astral. Entonces acudí al bocado con una voracidad inédita: 98 y en alza, de nuevo una figura exultante. Decepcionado, corrí a la farmacia y reventé los últimos cartuchos en hierbas laxantes, pastillas existencialistas y otras supersticiones. Además, reforcé el tratamiento con terapias alternativas, Tarot y curas del más allá marca Negrito Olmedo, con la intención de culminar el ciclo recomendado por el I Ching. Pero sólo las anfetas cortaban el hambre. Me hice readicto, no podía largarlas. Por un pelo zafé del Borda a cambio de internarme en una casa quinta y así cumplir con un año de rehabilitación. Nos leían la Biblia todo el día. Al fin me convencieron; dejé la falopa por la mística. Como prueba de sanación debía ir a una Villa peligrosa a predicar la palabra del Señor. Me raptaron, estuve dos semanas en un zucucho de dos por uno exactamente a la sombra. Por suerte me liberaron porque nadie quería hacerse cargo de la captura y menos aún del rescate. En la Institución, de inmediato me dieron el alta para evitar balurdos. Nuevamente al mundo, huérfano y más loco que antes. Solución: tres terapias a la semana. El Doc se convirtió en mi padre, mi confesor, en mi mejor amigo. No podía dejarlo. La Junta de Profesionales lo suspendió de por vida por ejercer praxis adictiva. Me abandonó, huyó del país, del continente, del planeta. Yo quedé desamparado, a merced de cualquier cosa. Otra vez mi amigo, mi ángel ocasional, el enviado, me hizo participar en un grupo de conexión extraterrestre. Íbamos a la montaña semanas y semanas esperando la señal. Nunca llegó. Tanta desilusión me impulsó al suicidio. Justo conocí a una mujer y me enamoré. Fue el néctar salvador. Pero ella era borracha y yo, con tal de permanecer a su lado, comencé a beber. Bebía y bebía, fue vergonzoso. Hasta ella me dejó. Descuajeringado y sin amor, fui derecho a Alcohólicos Anómalos.  Lo cierto que ahora estoy gordo, medicado por contenedor, sufro alucinaciones, fumo como un gnomo y me tomo todo. Encima tengo neurosis galopante, depresión y autoestima cero. Otra que bipolar: trifásico… Con todos los cumpas que conocí durante la excursión, fundamos Reciclados al Pedo, y somos todos linyeras...


Victor Marcelo Clementi   ( 1996)

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