sábado, 8 de agosto de 2015

Bar y Barrio (primera entrega)



dedicado con toda mi onda a los cuatro o cinco feligreses que me quedan  y  han pedido publicara los textos completos de BAR Y BARRIO. Leyendas y Poemas
en cómodas cuotas irán apareciendo.

Génesis  La Noche no perdona

                                                     
Mi vieja siempre decía: este chico pone nervioso a un santo, no tiene perdón de dios…
es la piel de Judas…



Era por aquel entonces, yo a los ocho meses en la panza de la vieja, cuando mi padre, a punto de acostarse en pijamas y chancletas, levantó el tacho de basura. Bajó las escaleras embreadas por la noche y, luego de tutearse con la modorra del pasillo, abrió  la puerta eterna de la calle San José.
Hasta aquí rutina. Pero el Flaco Roberto -mi tío- quien vivía en la planta baja del caserón familiar, justo estacionaba el Gordini.  Entonces invitó a mi viejo a tomar una copa en el Bar de la esquina, refugio habitual de tantas barajas. Supongo que un ¨dale Zurdo¨ lo animó de inmediato, un solo intento le sacudió la pereza.
Vinieron los copetines y se les calentó la muela: había que continuarla. Arrancaron sin demora para el Centro, así, como estaban: el Flaco Roberto con traje impecable y el Zurdo con pijama puntual.
Anclaron en el El Colmado, un boliche en Santiago del Estero casi Avenida de Mayo. En el mostrador escucharon un flamenco tan seductor que los obligó a beber manzanilla hasta el hartazgo  y canturrear con las gitanillas. El Zurdo también frecuentaba con mi otro tío René, El Quitapena, en Corrientes casi Callao.
Al salir casi de día, desayunaron sanguches de matambre con vino en el Bar de Santiago del Estero e Irigoyen. Antes de volver al conventillo, el Flaco compró una damajuana en la esquina. Cuando la bajó del coche, el diariero de la cuadra, al verlo, le dijo que se la dejara para que no tuviera quilombos en la casa.
Absurdos y somnolientos regresaron a las siete. El Zurdo, tacho vacío en mano, subió a enfrentarse con la vieja desencajada; a punto tal que durante dos meses ¨no le dirigió la palabra¨. La pobre vieja había llamado a todas las comisarías, despertado a toda la parentela: ¨Qué le  habrá pasado, pobre Juan…se fue a las diez de la noche…¨
El Flaco Roberto como se olvidó la llave, tuvo que saltar el paredón para caer sumiso sobre las plantas del patio de abajo. La tía Rosita, más allá del barullo, sólo le dijo: ¨Cambiate y andá a laburar…¨
Entre embarazo y manzanilla la bronca fregó una curda.
¿Qué estaría imaginando yo a punto de nacer?
Como para que no salga así. Que me disculpen la vida.



Victor Clementi
1998

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