domingo, 31 de julio de 2016

Noches Olvidables 3- Piedad

Los encuentros de poesía y narrativa provocan un extraño estímulo entre quienes escuchan, los que además, son los mismos personajes que luego leerán. Tras algunas jornadas de alrededor de seis billones de palabras, caemos a un trance discepoleano (lo mismo Narosky que Rulfo)
Tal descenso a esa especie de limbo somnoliento nos hace aplaudir lo que sea, a esa altura se nos averió el evaluador de excelencia, dale que va Minguito; aunque debo confesar que en más de una ocasión aplaudí porque dejaban de leer.
Somos , nos convertimos en un grupo de autoayuda literaria: nos leemos entre nosotros, nos abrazamos; catarsis...catarsis...escribir es más barato que hacer terapia.
El termostato de la verguenza ya no funciona. Les ruego, me ruego: algo de pudor, para, en el mejor de los casos, quedar sobreseídos por atentar contra la poesía. Y para colmo de dramas, luego de los encuentros me sobreviene un efecto colateral : no escribo por tres meses.

Nota Accesoria
Durante las cenas y posterior a ellas, un compendio de frases son expulsadas temerariamente entre alcohol y marihuana para convencer al auditorio que el disertante ocasional, además de poeta lleva un científico oculto. Frases descosidas que sirven más para exacerbar el ego del oportunista que para aportar una mísera idea a la Memoria del Universo.
Cuidado: la estupidez causa metástasis.

Vicius Clem

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